Chile, donde lo imposible es posible
Chile, donde lo imposible es posible
Región de Los Lagos: terreno virgen para el turista extranjero
A finales del mes de febrero tuve la suerte de viajar con un grupo de periodistas hasta una de las zonas más espectaculares y menos conocidas del país, la Región de los Lagos en el sur de Chile. Digo menos conocida para el turista internacional, ya que pueblos pintorescos como Puerto Varas o parques nacionales como Vicente Pérez Rosales son dos ‘hot spots’ para los chilenos. Mis compañeros de aventuras fueron los periodistas: Isabel García de El Mundo, Carlos Zapata de Viajar y Sven Klawunder de Flying media, un medio alemán.
Tras un vuelo de 13 horas que conectan Madrid con Santiago de Chile y otro más hasta Puerto Montt, la capital de la región de Los Lagos, aquí iniciamos nuestro viaje visitando Puerto Varas. Un pueblecito encantador que se sitúa a las orillas del Lago Llanquihue y cuya imponente silueta del volcán Osorno se puede divisar a lo lejos, si las nubes lo permiten. Puerto Varas era una antigua colonia alemana y eso se hace notar en cada uno de sus rincones. Desde la estación de bomberos cuyo letrero está escrito en alemán, hasta algunas de las iglesias luteranas que hay repartidas por sus calles. Aquí dormimos en el Hotel Awa, un alojamiento increíble cuya arquitectura moderna se entremezcla con detalles acogedores de la zona, como las mantas de alpaca en sus sofás o recetas tradicionales en los platos como el pebre chileno, y por supuesto los piscos.
Naturaleza en su máximo esplendor
El primer parque que visitamos en este viaje fue el Parque Nacional Alarce Andino, situado a unos 46 kilómetros de Puerto Montt. El camino hasta aquí es interesante, carreteras con grandes piedras sin asfalto y naturaleza por los cuatro costados. Este parque, que cuenta con más de 39.000 hectáreas, forma parte de la Reserva de la Biósfera Bosques Templados Lluviosos de los Andes Australes, y cuenta con el alerce, un árbol único en Chile que está protegido. Pasamos una mañana maravillosa descubriendo la flora y fauna terrenal. Y acabamos haciendo un pequeño picnic con quesos de la zona.
Tras dejar atrás la grandeza de los alerces. Recorrimos las carreteras que bordean el seno de Reloncaví, un cuerpo de agua extenso que viene directamente del mar Pacífico. Aquí nos perdimos entre playas escarpadas interminables. Y llegamos hasta Caleta la Arena, un pequeño pueblo en el que solo hay tiendas de empanadas que amenizan la espera de aquellos que tienen que coger el ferry, o ‘barcaza’ como lo llaman los chilenos, para pasar hasta la próxima orilla, la de Caleta Puelche donde se inicia el fiordo/estuario de Reloncaví.
Una vez aquí nos dirigimos hasta el que fue nuestro hotel durante los 4 días en los que estuvimos en la zona. Los Andes Lodge, una preciosa casa de pescadores que cuenta con tan solo 8 habitaciones. Rodeada de naturaleza y de animales libres, todas las mañanas nos despertábamos con ovejas o cerdos pastando en la puerta. Principalmente los huéspedes de este lugar eran pescadores que procedían de cualquier parte del mundo para practicar la pesca recreativa en el Río Puelo o el Lago Tagua Tagua. Ambos muy conocidos en Chile por tener las mayores piscifactorías de salmón del país. Sí, en este viaje descubrimos que los chilenos no tienen nada que envidiar a los noruegos o a los alasquenses.
De la aventura al relax en un oasis natural
En nuestro segundo día viajamos hasta el pueblo de Hornopirén. Ubicado a unos 130 km aproximadamente al sur de Puerto Montt, es conocido como la entrada norte a la Carretera Austral, en la Región de Los Lagos. Aquí degustamos unas deliciosas empanadas de queso recién hechas en uno de los mercados. Y luego visitamos unas cascadas llamadas Trayenco, estas pertenecen a una familia mapuche de la zona cuyo acceso hay que pagar para acceder. Fue muy interesante entrar en la finca de unos locales. Y, además, como curiosidad vimos gallinas autóctonas de la zona, algunas de ellas ponen huevos azules.
Más tarde nos trasladamos hasta las Termas El Sol. A unos pocos minutos en coche de nuestro hotel, nos encontramos entre montañas majestuosas, diez piscinas termales cuyas temperaturas oscilaban de los 36 a los 45 grados. Fue espectacular ver el atardecer desde el relax de una de las termas. Salimos de allí como nuevos, listos para seguir con las aventuras que nos esperaban.
Un paseo en barca para recordar
El tercer día empezó con una actividad de pesca recreativa en el lago Tagua Tagua. Famoso por sus aguas turquesas, las múltiples cascadas que alberga y un lugar espectacular para la fotografía. Todos los del grupo éramos novatos en términos de pesca, y bueno, he de decir que la suerte del principiante me tocó. Ya que a los pocos minutos de iniciar la actividad mi caña pescó algo, lo más fuerte fue ver el enorme salmón que había mordido mi anzuelo. Un pescado de nada más y nada menos que de 13 kilos. Obviamente, tuvimos que valernos de la ayuda del pescador que nos acompañaba para divisar y sacar a semejante criatura del agua. Por supuesto, tras uno minutos de rigor para hacerle un par de fotos, lo devolvimos a su hábitat natural.
Más tarde, después de este momentazo, seguimos navegando por el lago hasta llegar a una cascada espectacular llamada ‘velo de la novia’. Nos paramos un buen rato a contemplar esta belleza natural y conseguimos captar la cascada con dos arcoíris. Luego seguimos nuestro camino en barca hasta un pequeño islote dentro del lago. Aquí nos estaban aguardando los locales preparando un asado de cordero, muy típico en la zona.
Cochamó y los Saltos de Petrohué, dos lugares muy singulares
El cuarto día estuvimos en Cochamó, una comuna cuya cordillera está compartida con Argentina, y que recorriéndola a caballo durante 4 días se puede llegar hasta el país vecino. Nosotros vimos una parte del Parque Nacional, objeto de deseo de escaladores aficionados, debido a las múltiples paredes de granito que habitan en las montañas con entre 20 y más de 1.000 metros de altura. Para esta ocasión hicimos una ‘cabalgata’, recorrido a caballo, por unos senderos espectaculares flanqueados por árboles, bambús y fauna. Paramos en el Rio de Piedras para almorzar y luego volvimos para visitar el pueblo de Cochamó. Pequeñito pero acogedor, con una imponente iglesia que acompaña de fondo al volcán Yates.
Por último, en nuestro último día en la Región de los Lagos, fuimos hasta el parque natural más visitado de todo Chile. El Parque Vicente Pérez Rosales donde están los famosos Saltos de Petrohué. Son unas cascadas que se encuentran sobre una base de lava basáltica, la cual provino desde el volcán Osorno. Este día el temporal nos dio unos rayos de sol para divisar un poco la base del majestuoso volcán.
Una despedida del país con intenciones de volver
El broche final lo pusimos en la capital, en Santiago de Chile. Siguiendo nuestro itinerario de naturaleza y parques, visitamos dos de los más conocidos en la ciudad. El Cerro de San Cristobal, donde nos montamos en un funicular para ver el skyline de Santiago. Subimos hasta su montículo más alto donde se encuentra una figura de la Virgen de la Inmaculada, que es la patrona de la ciudad. Más tarde fuimos hasta el Parque Bicentenario, un lugar que como su propio nombre indica, es bastante nuevo y muy bien acondicionado. Está lleno de lagunas con flamencos y peces. Y hay muchos senderos para caminar y practicar running.
Acabamos nuestro viaje cenando en el restaurante Mestizo, que está dentro del mismo parque. La verdad que fue muy agradable ya que por esas fechas en Chile era verano, por lo que vimos un atardecer precioso acompañado, como no, de unos últimos deliciosos piscos.
La guinda de este viaje la puso una pedida de matrimonio que vivimos en el mismo restaurante. Este momento fue una declaración de intenciones para mí, ya que me llevo mucho de Chile y con ganas de afianzar mi relación con el país con un nuevo viaje, que ojalá, espero, sea muy pronto.
Amparo Mañez
PR Team
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