Mi viaje a Japón fue uno de tantos que hice con Focus on Women, una agencia pionera en viajes sostenibles que visibilizan la cultura de la mujer por todo el mundo, y que proponen viajes pensados para mujeres que quieren viajar solas en un pequeño grupo con sus mismas inquietudes culturales, en los que descubrir el mundo a través de una mirada femenina.

Así, me embarqué en esta aventura con otras 9 mujeres (ninguna nos conocíamos previamente, pero eso no evitó que congeniáramos desde el primer día y lo pasáramos en grande) para descubrir un país tan fascinante como Japón de la mano de Renata, nuestra cicerone FOW, y Yukiko, nuestra guía local.

Un viaje en el que descubrí Tokio, NIkko, Hakone, Takayama, Kanazawa, Kyoto, Nara, Koyasan y Osaka, siempre con cierta connotación “en femenino”, lo que le daba un plus de interés. Pero, para compartir con vosotros este viaje, en esta ocasión no voy a hacer un recorrido “al uso” sino que me voy a detener en esas imágenes que siempre permanecerán en mi retina y que espero os gusten tanto como a mí.

Descubriendo el teatro Kabuki

En Tokio, además de conocer esta trepidante ciudad repleta de contrastes en la que visitamos desde el barrio tradicional de Asakusa hasta la zona futurista de Odaiba, construida en una isla artificial en la bahía de Tokio, pasando por barrios emblemáticos como el de las conocidas Lolitas, el templo Meiji, o el famoso cruce de Shibuya, la primera imagen que quiero compartir es la del teatro Kabuki.

Por la tarde, tomamos un té con una experta en el mundo del teatro Kabuki -especialidad que combina música, danza y drama-, quien nos explicó los códigos de este género de teatro en el que las mujeres no pueden subir al escenario. Y os preguntaréis por qué, si este viaje tiene un enfoque femenino, nos centramos en una especialidad teatral donde las mujeres no tienen cabida. La respuesta es sorprendente. Y es que, en sus inicios, tanto hombres como mujeres podían ser actores. De hecho, fue creado por una mujer llamada Okuni que podría ser como la Lady Gaga de la época. Tuvo tanto éxito que la empezaron a imitar muchas mujeres y, como la gran mayoría eran prostitutas, en 1629, durante el shogunato Tokugawa, las autoridades promulgaron una ley sobre moralidad que prohibía a las mujeres trabajar en el teatro Kabuki. A partir de entonces, las mujeres ya no volvieron a subir a un escenario de Kabuki siendo los hombres quienes interpretaran los papeles femeninos.

Tras ese té tan instructivo, y como no podía ser de otro modo, vimos una obra de Kabuki. Muy recomendable e interesante si tenéis la oportunidad.

 

Una mañana entre geishas

En Kyoto, es inevitable visitar Gion, el que es probablemente el barrio de geishas más famoso de todo Japón. Lo apasionante de esta visita fue pasar la mañana en uno de los locales donde las geishas ensayan.  Esto es algo que no está abierto al público, por lo que fuimos unas afortunadas de tener la oportunidad de pasar un rato con un grupo de geishas y una geiko que bailó para nosotras. A continuación, pudimos charlar con ellas y nos contaron cómo era su vida allí, por qué decidieron hacerse geishas… Hay que destacar que las geishas no son prostitutas ni tiene ninguna connotación sexual. Simplemente acompañan y amenizan en banquetes y cultivan las artes porque, en definitiva, son artistas.

 

La ceremonia del té vestidas con kimono

También en Kyoto tuvimos la oportunidad de asistir a una ceremonia del té no sin antes pasar un rato divertidísimo vistiéndonos como auténticas geishas y paseando por Kyoto con nuestros kimonos. He de decir que es todo un arte manejarse con él… pero creo que aprobamos con nota.

Y, vestidas de esa guisa, nos encaminamos a una casa de té para conocer más sobre la ceremonia del té, o chanoyu, es una antigua y refinada práctica japonesa que combina la preparación y el disfrute del té verde en polvo, conocido como matcha, con un profundo sentido de armonía, respeto, pureza y tranquilidad. Esta ceremonia, que data del siglo XVI, va más allá de simplemente beber té. Cada movimiento sigue una coreografía meticulosa, desde la disposición de los utensilios hasta el modo de servir el té, reflejando la belleza y la simplicidad del zen. A través de ella, los japoneses celebran la serenidad y el arte en la vida cotidiana, ofreciendo un momento de paz y reflexión en medio del ajetreo diario.

 

Una aldea histórica, un museo al aire libre y un sueño cumplido

Dejando a un lado este enfoque femenino del viaje, no me resisto a llevaros con mi recuerdo a tres de los lugares que visité de los que guardo un grato recuerdo.

El primero nos lleva a la desconocida Shirakawa-go, una aldea histórica que es Patrimonio de la Humanidad y que se encentra en medio de los llamados “Alpes japoneses”. Se trata de una aldea de casas de estilo gassho-zukuri, nombre que hace referencia a «dos manos rezando». Cada casa es una obra maestra de carpintería. Y es que no utilizan clavos, sino que cada viga encaja perfectamente con la siguiente. Sus tejados de paja son otra de sus características, por su inclinación y su grosor, para soportar las copiosas nevadas. En definitiva, conforman una estructura tan estable que llevan en pie desde que se construyeren en el siglo XIX.

En Hakone, concretamente en su Museo al Aire Libre, creo que experimenté algo parecido al síndrome de Stendhal. Se trata de una galería con alrededor de 120 esculturas al aire libre que juega con la naturaleza en una extensión de 70.000 m2 y con espectaculares vistas de las montañas que lo rodean. Fue el primer museo al aire libre de Japón y recorriéndolo me sentí libre, feliz y muy a gusto conmigo misma… síndrome de Stendhal o no, el caso es que me impactó probablemente por la disparidad y originalidad de sus esculturas y cómo se han integrado en la naturaleza. ¡Ah! Y hay un pabellón dedicado a nuestro Picasso, donde se muestran obras del artista procedentes de una colección de 319 piezas.

Y, finalmente, un sueño cumplido. Visitar el Santuario Fushimi Inari Taisha, todo un símbolo de Kyoto con su gran túnel de puertas torii de un vibrante color naranja. Se trata de un santuario que data del año 711 que está consagrado a la deidad que vela por los negocios. Por este motivo, muchos comercios locales donen a este lugar sagrado puertas torii, de ahí que el camino de ascenso a la montaña se llame senbon torii, o mil toriis.

Y hasta aquí, la visión un tanto atípica de un viaje que me marcó, una experiencia que me sorprendió, y un país que me enamoró.

Seguiremos viajando, seguiremos soñando, y os lo seguiremos contando.

Comparte con el mundo:
Your browser is out-of-date!

Update your browser to view this website correctly.Update my browser now

×