Turismo arqueológico, otra forma de hacer turismo cultural

Turismo arqueológico, otra forma de hacer turismo cultural

El turismo es un sector que se acoge a la demanda de los viajeros y se adapta para satisfacer sus necesidades, como se ha podido comprobar en los últimos tiempos de pandemia. El aumento del interés de los viajeros por la arqueología ha suscitado la creación de un nuevo tipo de turismo: el turismo arqueológico o arqueoturismo.

El arqueoturismo no es otra cosa que el turismo cuyo motivo del viaje es visitar el patrimonio cultural perteneciente a antiguas culturas y que gracias a la arqueología se puede disfrutar. Un buen ejemplo de ello puede ser visitar el Coliseo de Roma, pero no sólo la visita a este monumento se considera arqueoturismo, sino que viajar para conocer las pirámides de Egipto o Machu Picchu en Perú también lo son.

Coliseo de Roma

La historia de este tipo de turismo se escribe a la par que la del turismo, pues el inicio de ambas se encuentra en el Grand Tour desarrollado entre los siglos XVII y XVIII. En aquel entonces los jóvenes de altas esferas, especialmente los ingleses, hacían un viaje cultural para poder conocer la cultura de otros países, pero sobre todo para apreciar la cultura de la Antigüedad clásica. Para ello se embarcaban en un viaje desde Inglaterra hasta Italia en el que poder conocer los restos de la Antigua Roma. Además, este viaje era considerado como un rito de paso con el que el estudiante recién formado completaba su formación y aprendía sobre el mundo.

De este movimiento surgió en el siglo XVIII el turismo, cuando el viajar se hizo accesible para todos los públicos, pero también la arqueología comenzó su andadura, pues en el siglo XVIII es cuando se comienza a tener una preocupación por los restos de otras civilizaciones y se comienzan a estudiar, proteger, conservar y acondicionar. De hecho, esta preocupación nace al comprobar el interés que suscitan estos restos y de cómo los visitantes los tratan, llegando a producirse expolios y saqueos.

Pero no es hasta finales del siglo XX cuando se da una colaboración entre turismo y arqueología, pues hasta entonces un campo pensaba que el otro le entorpecía: el turismo pensaba que la arqueología con su afán de protección de los restos entorpecía su difusión y negocio mientras que la arqueología pensaba que el turismo no le permitía desarrollar su labor científica. 

Al darse esta colaboración entre ambos sectores, es cuando nace el turismo arqueológico, pues la arqueología se pone al servicio del turismo y colabora con él para elaborar recursos turísticos de naturaleza arqueológica. A su vez el sector del turismo permite a la arqueología continuar sus labores de investigación y le ayuda con las labores de difusión y divulgación del conocimiento científico.

En este punto es donde se concuerda que no todo recurso arqueológico puede ser un recurso turístico de naturaleza arqueológica, pues para ser recurso turístico el resto arqueológico ha tenido que ser sometido a una intervención que garantice su conservación y un acondicionamiento para que el visitante pueda comprender lo que está viendo y disfrutar con seguridad. Además, debe estar gestionado por un organismo competente que sepa gestionarlo desde el punto de vista de la arqueología como del turismo. Así mismo, el resto arqueológico se tiene que ver completado por los servicios básicos que requiere un visitante cuando realiza un viaje turístico (oficinas de información, alojamientos, restauración, oferta de otras actividades lúdicas o educativas, etc.) para ofrecer al viajero una experiencia integral en el destino.

Desde los años setenta del siglo XX la demanda de este tipo de turismo ha ido en aumento, en especial porque muchos recursos turísticos arqueológicos se han visto incluidos en la lista de Patrimonio Mundial. Por ejemplo, en el caso de Pompeya, en Italia, en el año 1981 los visitantes ascendían a 860.000 y en el año 2019 casi se llegaron a alcanzar los 4 millones de visitantes (3.805.094). Incluso en los años de pandemia, con el confinamiento y las restricciones, el número de visitantes fue elevado: 564.941 en 2020 y 999.719 en 2021. 

Pompeya

No sólo Pompeya, que ya desde el Grand Tour contaba con visitantes, ha visto aumentado su número de visitas, sino que también se ha detectado, por ejemplo, en Angkor, en Camboya. En 1992 este sitio arqueológico fue declarado Patrimonio de la Humanidad y con ello el desarrollo turístico y la economía del país han experimentado un crecimiento también sorprendente. Camboya pasó de recibir poco más de 100.000 turistas internacionales en 1993 a recibir casi más de 2,5 millones en el año 2016.

En la actualidad, el aumento del interés por la arqueología y el visitar sitios arqueológicos , no sólo ha contribuido a una mayor preocupación por la conservación de los sitios ya conocidos, sino que también ha contribuido al acondicionamiento de nuevos espacios arqueológicos para su visita, como el recién inaugurado Museo del Foro Romano del Molinete en Cartagena (España) que abrió sus puertas el pasado año 2021 y muestra entre otros restos, la Curia romana del foro y el templo de Isis de la Cartago nova romana.

Museo del Foro Romano del Molinete

Además, el avance de la tecnología también ha contribuido a enriquecer los proyectos arqueológicos y ha contribuido para que evolucionen y se pueda mostrar al visitante no sólo los restos conservados del pasado de la humanidad, sino también otros aspectos sensoriales como los olores o incluso los sabores de este pasado. 

Un ejemplo de esto último se puede encontrar en España con los proyectos Arqueogastronomia y Cádiz Atlántica. En Arqueogastronomía se aplica la arqueología experimental que investiga, describe y desarrolla los procesos tecnológicos que intervienen en la producción, transformación y conservación de los alimentos. Mediante este estudio, se reconstruyen científicamente dichos alimentos y sus técnicas de elaboración y conservación. Cádiz Atlántica recoge el bagaje científico de Arqueogastronomía y genera experiencias que tienen como eje la cultura de la pesca en Cádiz. Ambos proyectos ofrecen visitas a recursos arqueológicos (Itálica en Sevilla y Baelo Claudia en Cádiz, respectivamente) que finalizan con la degustación de platos y bebidas que se encontraban en las mesas de la Antigua Roma enriqueciendo enormemente la experiencia del viajero. 

Baelo Claudia

En conclusión, el arqueoturismo ofrece al viajero un descubrimiento o reencuentro con el pasado de la humanidad y enriquecerse histórica y culturalmente en lo que disfruta de su viaje y conoce nuevos destinos.

Irene Verde

PR Team

Comparte con el mundo:
Your browser is out-of-date!

Update your browser to view this website correctly.Update my browser now

×