Paloma le había dicho que no se olvidase de mandarle una postal de Cefalú, a ella le encantaba aquel pueblo, y, sobre todo, que no se olvidase de llevarle a Noelia un par de cannoli, le iban a encantar. 

‘Dobrodosli u Hratsku Curro!’ Una alegre voz se escucha por encima de todas las demás en la terminal 1 del aeropuerto de Dubrovnik. Se trata de Noelia, la guía que va a acompañar durante los siguientes días a nuestro aventurero por toda la Costa Dálmata. 

‘¿Cómo te ha ido por Italia?  Veo que Paloma me envía unos cannoli, son mi postre favorito. Y tú ¿Has comido mucha pasta? Pues verás, lo que muy poca gente sabe es que en Croacia se come muy buena comida de origen italiano, no en vano, todo este territorio estuvo ocupado durante varios siglos por la República de Venecia. De ahí que los pueblos que vamos a visitar estos días estén llenos de arquitectura, costumbres, música y comida italiana. Pero bueno, ¿te parece si vamos ya hacia el coche y empezamos nuestro recorrido? Es un país que te va a enamorar.’

Ambos suben al coche y lo que Curro no esperaba era que la primera imagen que iba a tener de este país le iba a dejar sin aliento. Dubrovnik, la perla del Adriátrico, es una de las ciudades medievales más bonitas que ha visto en su vida. Totalmente rodeada de murallas, sus pequeños callejones, su puerto viejo y las preciosas calas que rodeaban la ciudad hacen que se sienta en un capítulo de Juego de Tronos: ‘¿Ves aquella fortificación? Ahí se encuentra el Trono de Hierro y te voy a llevar a las escaleras más fotografiadas de la ciudad a día de hoy. En ellas se grabó la famosa escena de la escalera de la vergüeza y es todo un reclamo turístico. ¡Pero lleva cuidado Curro! Has estado a punto de pisar ese canalón, y según cuentan las más ancianas del lugar, si lo pisas te quedarás soltero para toda la vida, y no queremos que pase eso, ¿Verdad?’

Tras varias horas descubriendo la ciudad deciden que lo que mejor sería cenar tranquilamente en un restaurante local. Noelia emocionada lleva a Curro a su lugar favorito de la ciudad, una pequeña cala, escondida para los turistas, donde piden mejillones y pescado a la peca. Esta campana típica de Croacia para cocinar le da un toque buenísimo al pescado y deciden acompañar este manjar con un vino de la península de Peljsac. El primer día de su aventura no podía haber terminado mejor.

A la mañana siguiente ponen rumbo hacia el norte para seguir conociendo la Costa Dálmata. Noelia no hace más que hablarle sobre la belleza de esta costa y cómo está salpicada por cientos de islas, alguna de ellas habitadas desde la época de la Monarquía Ragusa como residencias de verano. Durante el camino, Curro aprende sobre el cultivo de mejillones en las bateas que van divisando y al preguntar a Noelia por su siguiente destino intuye que van a visitar un lugar único en el mundo: el Palacio de Diocleciano. El palacio romano mejor conservado y el único en el cual a día de hoy sigue viviendo gente dentro de él. Split va a ser su siguiente parada y no puede esperar más para conocerlo.

Le da la bienvenida una ciudad llena de vida, de fiesta y buen ambiente a cualquier hora del día. Deciden visitar los sótanos del palacio y visitar el antiguo panteón del emperador Diocleciano, hoy en día reconvertido en la catedral de la ciudad de Split. La antigua Spalatos está llena de historia, pero al mismo tiempo llena de vida: ‘¿Ves esa casa de ahí? Pues en el dormitorio principal, justo enfrente de la cama entra por un lateral uno de los frisos del antiguo templo de Júpiter. ¿Te imaginas dormir rodeado de restos romanos?’ 

El día de nuestro aventurero está siendo de lo más fascinante, pero lo mejor está por llegar. Al anochecer, en el Perístilo del palacio, deciden comprar un par de pizzas y piden dos cervezas Ozujsko y se dejan llevar por la música en vivo. La gente baila y canta junto a los músicos callejeros y Curro no pudo evitarlo y se anima a bailar olvidándose de todo durante esa noche. La magia mediterránea de Split.

Le daba pena decir adiós a la ciudad pero tienen que poner rumbo hacia el pueblo que Noelia le ha repetido una y mil veces que es su favorito de toda Croacia: Trogir. Esta pequeña ciudad, es en realidad una isla, unida a tierra mediante dos puentes y todo su casco histórico fue declarado Patrimonio de la Humanidad. Nada más entrar, Curro se siente como en otra época. Es como si hubiera retrocedido en el tiempo y estuviera visitando una de las ciudades de la República de Venecia: palacetes medievales, el maravilloso torreón de la catedral, la Lonja, el castillo defensivo… Todo en Trogir te transporta a la Edad Media.  Pero sin duda, el momento que Curro más disfruta es al escuchar en la pequeña lonja el canto a capela croata: la Klapa.  Las voces de sus integrantes se unen perfectamente una a la otra y el eco natural de la estancia hace que todos sus sentidos estén puestos en esas voces. 

Al finalizar y mientras se dirigen al restaurante, Noelia le cuenta que esos cantos hablan sobre la dura vida de los hombres en el mar y el amor. Era una de las tradiciones croatas más arraigadas, al igual que el plato que van a degustar hoy en el restaurante de unos amigos suyos: el Soparnik. Un entrante frío con relleno de acelgas. Se sientan en una mesa bajo un gran árbol y Curro disfruta de la conversación con varios locales mientras comen esos platos típicos y hablan de cosas tan banales como que equipo ganará la liga española. Sin duda alguna, estos son los momentos que nuestro aventurero va a recordar con más cariño.

Antes de llegar a nuestro último destino, Noelia quiere que Curro conozca la joya de la corona croata: los Lagos de Plitvice. Una maravilla de la naturaleza compuesta de 16 lagos y cientos de cascadas y saltos de agua, donde los colores verdes y azules eran los protagonistas. Durante todo el recorrido de esta ruta senderista no puede dejar de hacer fotos, la naturaleza virgen de este parque nacional era abrumadora. La fauna y la flora conviven en total armonía. Noelia le cuenta que allí habitan algunos de los animales más queridos de todo el país como el oso pardo europeo, el lince o algunas de las serpientes más grandes de Europa. Después de tantos días de ciudades, está siendo todo un respiro para Curro.

El último destino de la aventura croata está esperándole: Zadar. La ciudad croata donde se ven los atardeceres más bonitos de todo el país. Y además según le cuenta Noelia, donde se comen los mejores helados de avellana de todo el mundo, eso lo tiene que comprobar. 

Su recorrido por la ciudad es de lo más tranquilo: el ayuntamiento, el foro romano, la Iglesia de San Donato… Pero quedaba lo mejor de todo, ver su famoso atardecer junto al Órgano del Mar. 

Van a comprar esos helados tan famosos y se sientan en las escaleras del órgano. El sol empieza a esconderse en el horizonte dejando todo el mar y el cielo pintado con un color naranja intenso, mientras que el órgano no deja de sonar. Suena todos los días del año, a todas horas. Puedes escuchar el mar mientras ves como el sol se va escondiendo.  En ese momento, Curro siente que jamás va a olvidar aquella puesta de sol tan especial, junto a ese helado de avellana que tan bueno le está sabiendo. 

Comparte con el mundo:
Your browser is out-of-date!

Update your browser to view this website correctly.Update my browser now

×