«Si tienes tiempo, te pediremos un favor, devuelve este rosario de Rudraksha al templo budista Ivolginsky Datsan en señal de agradecimiento por haberse cumplido nuestro sueño”.

“Curro, abrígate bien, recuerda que vienes a Siberia” le comentó Clara a su llegada al aeropuerto.  La expresión “frío siberiano” ya lo decía todo, no hacían falta muchas más explicaciones, pero por suerte Curro venía bien equipado, aunque no pudo evitar sentir un escalofrío cuando a punto de aterrizar en Irkutsk el piloto les informó de que la temperatura exterior era de -36ºC, a Curro se le pusieron los ojos como platos y la piel de gallina, eso era solo una señal de las sensaciones que iba a experimentar en esta fascinante región de Rusia.

Decidieron comenzar sin más dilación a visitar Irkutsk, la “París” de Siberia. Desde su fundación en el Siglo XVII la ciudad siberiana de Irkutsk se dedicaba mayoritariamente a la exportación de pieles, pero en diciembre de 1826 un hecho haría cambiar por completo la historia de la ciudad. Un grupo de aristócratas e intelectuales, conocidos con el nombre de decembristas por las fechas del suceso, intentaron derrocar al Zar en San Petersburgo y tras su fracaso, fueron deportados a Siberia. Irkutsk se convertiría entonces en el centro cultural de la región, iba a nacer la Paris de Siberia.

Curro no se podía creer lo que estaban viendo sus ojos, aquella ciudad parecía sacada de un cuento de Navidad. Un manto blanco lo cubría todo, solo el precioso colorido de las tan características casas de madera rompía la armonía monocolor. Aquella arquitectura decembrista dotaba a la ciudad siberiana de una personalidad y belleza únicas. Estatuas de hielo parecían cobrar vida en parques y jardines, nada se resistía a la Reina de las Nieves, ¡hasta las pestañas de Curro y de Clara estaban heladas! Pasear a -30ºC estaba siendo un reto, pero absolutamente mágico.

Al día siguiente les esperaba un lugar fascinante, el Lago Baikal. Las misteriosas aguas transparentes del lago más profundo del mundo albergan el 20% de las reservas de agua dulce del planeta. En este tesoro natural y en sus alrededores viven más de 1.500 especies de animales, muchas de ellas endémicas, como es el caso de las nerpas, las preciosas focas del Baikal.

Las albinas copas de los árboles que escoltaban la carretera parecían estar indicándoles el camino, paisajes blancos infinitos se abrían a su paso, mientras a lo lejos se divisaba uno de los lugares más increíbles del planeta. A Curro le brillaban los ojos de la emoción.

“No bajes la ventanilla del …coche” Clara no tuvo tiempo de acabar la frase, Curro no podía resistir la tentación de fotografiar todos aquellos increíbles paisajes.

-“Clara, creo que se ha congelado la ventanilla”, le dijo Curro con cara de pánico.

Clara comenzó a reír a carcajadas, “era lo que intentaba decirte, pero no me ha dado tiempo, jajaja. Tranquilo, ahora lo arreglaremos.”

Tras calentar el coche pudieron por fin volver a subir la ventanilla con normalidad. La risa de ambos era una mezcla entre pavor por imaginarse medio congelados por el viento helado y lo hilarante de la situación.

Pero sin duda aquel día la fortuna estaba de su lado, aún podrían cruzar en barco hasta la isla de Olkhon, la única isla habitada del Lago Baikal y donde se encuentra uno de los nueve lugares más sagrados de Asia.

Cuando el frío invierno se apodera del lago, los habitantes de la isla quedan aislados por completo, solo los más valientes harán del grueso hielo una carretera invisible, aun poniendo en riesgo su vida

Unos tótems les dieron la bienvenida, estaban a punto de entrar en territorio sagrado, Clara y Curro se miraron, se aproximaban a la roca del Chamán. 

A Curro le costaba articular palabra, no sabía si se trataba del frío, de la emoción de poder caminar sobre el lago o de las energías que desprendía aquel lugar, pero jamás había experimentado aquella sensación tan intensa. Ambos comenzaron a caminar sobre el grueso hielo del Baikal, las olas se habían ido congelando formando cuchillas de hielo que sobresalían creando círculos. La estampa era tan increíble como sobrecogedora y junto a ellos como testigo de este fenómeno, y del paso de las estaciones, la Shamanka, la Roca del Chaman. Mitos, leyendas y espíritus rodean este lugar sagrado para el chamanismo

“Vas a probar un pescado único en el mundo” le dijo Clara.

Mientras la nieve golpeaba el cristal del pequeño restaurante, pudieron entrar en calor y degustar uno de los manjares del lago, el famoso pescado omul. Este pez es uno de los símbolos del Baikal, ya que no es posible encontrarlo en otro lugar del mundo. Aún a 30 grados bajo cero es habitual ver a los pescadores hacer un agujero en el hielo y esperar sentados a que este pez plateado pique el anzuelo. Para muchos habitantes de la isla, ese es su alimento principal durante el duro invierno.

En esta aventura, aún les esperaba otro lugar sagrado, el Monasterio Budista más grande de Rusia, donde Curro le había prometido a José Pablo y María José, los amigos con los que había pasado unos días en Madagascar, hacer entrega de unchotki (rosario) de Rudraksha.

La carretera discurría paralela a las vías del tren Transiberiano, como los grandes exploradores, Curro y Clara se estaban adentrando en el corazón de Siberia, se dirigían a Ulán Udé, la capital de la República de Buriatia. Allí, en pleno corazón de la ciudad, se encontraron cara a cara con la cabeza de Lenin más grande del mundo. Los niños, ajenos a su mirada vigilante y a las bajas temperaturas, se tiraban por los toboganes de hielo. 

El Monasterio Ivolginsky Datsan los recibió en absoluto silencio, tan solo interrumpido por las oraciones de los monjes. El colorido complejo comprende además de distintos templos, una biblioteca, una universidad budista y las sencillas casas, hogar de los monjes y allí se encuentra también el cuerpo incorrupto del Lama Khambo. Después de esta visita repusieron fuerzas y calor en los baños termales, salir en bañador a temperaturas tan bajas fue todo un desafío, pero la sensación de calidez de las aguas termales fue absolutamente reconstituyente. 

Pero su recorrido por Siberia aún no había finalizado, Curro y Clara se estaban acercando a Mongolia, a las preciosas montañas de Sayan. Allí, en Arshan, a los pies de aquellos majestuosos montes pudieron disfrutar de un trekking en un paisaje que parecía sacado de un cuento de hadas, riachuelos que se abrían paso a través de la nieve, cascadas heladas, y cañones que los llevaron hasta un precioso lago completamente congelado. Sin duda era el broche de oro para este increíble viaje que ninguno de los dos iba a poder olvidar jamás.

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