Cada reunión, con amigos o desconocidos, empieza con saludos muy cariñosos seguidos de conversaciones sin fin. Ya en tu segunda visita, estarás cenando en casa de Makena, tu vecina de enfrente, charlando de la comida favorita de tu madre o del nuevo político de moda.
Estar a la altura de sus tradiciones, conectarte con su cultura, recreate en sus recuerdos e historias del pasado, presente y futuro… la cultura keniata es la que más importancia le da al concepto de grupo en el mundo, con una vasta riqueza social. Amigos, familia y comunidad están tan profundamente arraigados en su sociedad que uno no puede separarse del significado de estas conexiones en su estilo de vida e identidad.
La palabra bantú “Harambee”, que se traduce literalmente como “unir”, es un dicho popular que describe la manera keniana de acercarse a los demás. Principalmente, representa la idea de colectividad: asistencia, esfuerzo, responsabilidad mutua e interdependencia comunitaria. Algo que se extiende desde sus valores más íntimos donde lo más importante es la familia en todos sus niveles.
Desde hermanos, primos tercero o bisabuelos hasta tías lejanas, todos en la familia son considerados como una sola. A menudo, las tías y tíos son considerados como segundas madres y padres, y los niños son tan cercanos a sus primos como a sus propios hermanos. Además, estas grandes familias habitualmente viven juntas en pequeños asentamientos muy cercanos entre sí. Por ejemplo, los Maasai (un grupo étnico nativo de Kenia) suele construir lo que se conoce como “kraal” –un asentamiento de diez a doce chozas construido en círculo y cercado con arbustos de espinas.
Debido a esta cercanía con toda la comunidad, todo se puede resolver rápidamente: cualquier necesidad, desde una bombilla que parpadea, hasta cuando una cabra se escapa, o incluso un vestido que se estropea durante una ceremonia familiar. Toda la familia se reúne para intercambiar ideas y ayudarse mutuamente cuando surge cualquier problema, por pequeño o grande que sea.
Como los españoles, los kenianos conservan su folclore, sus costumbres, mitos y tradiciones en redes familiares en todo el país. Un mito concreto y compartido en general es la asociación de la derecha como sinónimo de buena de la suerte, y la izquierda como mala suerte. Por ejemplo, para los kenianos, hacerse daño en el meñique izquierdo o tropezar con el pie izquierdo de camino a una reunión genera malos presentimientos. Más tarde, si algo sale mal, se convencen que ese presagio era una premonición.
De hecho, esta superstición está tan profundamente arraigada en las mentes de los kenianos que solo usan la mano izquierda para actos “indecorosos”, y la derecha para todo lo demás, desde comer, tocar y saludar hasta para darse cualquier cosa. Cuando se hacen regalos o se ofrece algo de comer, es ley de vida en Kenia usar siempre la mano derecha.
Los kenianos tienen fama de ser buenos anfitriones. Tienen por costumbre ofrecer a los huéspedes té y algo para picar o comer dependiendo de la ocasión y la hora. Se considera de buena educación que el invitado responda probando o bebiendo. No hace falta decir que los visitantes aprecian la hospitalidad y disfrutan de las especialidades keniatas, realmente exquisitas.
Si tras el festín los visitantes aún tienen hambre, es posible unirse a cualquier acto o celebración familiar. En Kenia no se suele pedir confirmación para asistir a un evento: en la mayoría de los casos, celebraciones como bodas, cumpleaños, graduaciones, funerales y cualquier reunión social está abierta a los vecinos y a los vecinos de sus vecinos. Se prepara una cantidad ingente de auténtica comida keniana, como pilau (arroz picante), mukimo (puré de verduras y patatas), chapati (pan tipo pita), ugali (harina de maíz), nyama choma (carne asada), samosas (empanadillas triangulares con carne picante y verduras), mandazi (donut keniano) entre otras cosas.
Un pequeño consejo: sírvete pequeñas cantidades la primera vez y no reventarás en la segunda (o tercera) ocasión, porque da igual lo que te sirvas primero, es más que probable que te inviten o “inciten” a repetir. Además, aunque no sea obligatorio, se considera cortés no dejar nada en el plato.
Después del tremendo “atracón”, hay que digerir toda la comida disfrutando de la fiesta, moviendo el esqueleto en algún garito cercano o en casa de alguien hasta el amanecer. Muy parecido a como ocurre en muchas zonas de España, las fiestas hasta el alba son bastante comunes, y suelen celebrar noches étnicas y tradicionales en torno a su cultura, lo que supone más comida, más bebida, más música, historias, bailes… y por lo tanto nuevos recuerdos e historias para compartir de vuelta a casa.
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