Desgranando Marruecos, desde Marrakech hasta el Sahara

Desgranando Marruecos, desde Marrakech hasta el Sahara

Un viaje que realizamos un grupo de fotógrafos desde la universidad para conocer en profundidad el territorio vecino. Conocemos este país más bien poco aunque su historia siempre ha estado ligada a la de España. La fotografía nos llevó allí y nos hizo vivir un viaje inolvidable.

Partimos desde Madrid a primera hora de la mañana con la vista puesta en Marruecos. A nuestra llegada nos encontramos ante un convoy de Land Cruisers, capitaneados por bereberes, que acompañaron a nuestro grupo de fotógrafos en su viaje durante los días en los que recorrimos el país de norte a sur. 

Nuestro primer paso era Ourzazate, la ciudad antesala al desierto del Sahara y muy conocida como escenario de rodajes cinematográficos: Juego de Tronos, Gladiator o el Reino de los Cielo. Atravesamos el Alto Atlas donde nos paramos varias veces a disfrutar de la imponente vista, intentando descubrir entre sus rocas al gigante.

Ouarzazate

Entre cañones desgastados degustamos la gastronomía local, las brochetas de cordero, impregnadas por el sabor del desierto, el clavo y el comino. Sabores que persistieron en nuestro paladar durante todo el viaje, en cada comida que hicimos durante nuestra estancia. La naturaleza enjuta, las piedras calizas y el calor fue un primer indicio de que nos estábamos acercando al gran mar de arena.

Nuestra travesía continuó por el puerto Tichka donde nuestros guías bereberes circulaban al borde de barrancos sin conocer la palabra peligro, haciendo señas a los demás conductores desconocidos para los extranjeros. Llegamos al atardecer al Oasis de Fint, los últimos  tonos verdes que veríamos antes de nuestra vuelta días después. Llaman la atención los variopintos puestos de la gente local colocados estratégicamente para vender sus productos artesanos, cerámica y pequeños ornamentos. El sol se retiraba y nosotros con él, disfrutando del ocaso en lo alto de un peñasco que hacía de mirador del oasis.

Puerto Tichka

Pasamos esa noche en el hotel Riad Dar Chamaa en Ourzazate que nos esperaba para darnos alojamiento, un edificio de planta rectangular y protegida por cuatro torres en cada esquina. Un patio interior precioso con una fuente a ras del suelo y rodeado de columnas y arcos de herradura recibe a sus huéspedes. El hotel cuenta con piscina, un jardín exterior cerrado y un servicio de terraza donde disfrutar de un refrigerio antes de ir a dormir. La noche es tranquila y el amanecer será amenizado por el sonido de distintos animales de granja.

Riad Dar Chamaa

Nuestro segundo día tenía como objetivo el desierto del Sahara, sin duda alguna el destino más especial del viaje. Salimos a primera hora, después de que la naturaleza del lugar nos despertara. Los chóferes nos esperaban con los coches para dirigirnos al macizo montañoso del Jbel Saghro, la zona más seca del sistema. Un paraje que volvería a recordar años después cuando fuí a las Bárdenas reales españolas, formada por vastas llanuras secas coronadas por torres de rocas desnudas. Hay que estar muy atentos porque, aunque parezca un lugar inhóspito puedes ver señales de vida, y de hecho, vi alguna que otra iguana alejándose de nuestra presencia. 

Jbel Saghro

Pasamos por Tazenakht hacia el lago Iriki, donde hicimos gala y buen uso de los turbantes que nos regalaron cuando nos detuvimos en mitad del lago, por supuesto totalmente seco, para hacer fotos aprovechando la tormenta de arena que arreciaba contra nuestros objetivos. La llegada a las Haimas, en mitad del desierto junto a los bereberes fue impresionante, allí nos esperaba una caravana de camellos para dar un pequeño paseo entre las Dunas de Chegara.

Dunas de Chegara

Llegó la cena, nosotros a cubierto por una gran Haima que servía de comedor, con sorpresa incluida porque era el “cumpleaños” de uno de los viajeros, o eso replicaron sus acompañantes con sorna. Como regalo de los bereberes, le hicieron el bautismo típico poniendo las manos en su coronilla y bailando alrededor del cumpleañero. 

Concluida la cena y el bautismo, nos dirigimos al exterior de las Haimas en pleno desierto con el objetivo de plasmar con nuestra cámara el firmamento estrellado ¡nunca veréis un cielo como ése! Tras un par de horas sacando fotos, ya que la fotografía nocturna lleva su tiempo, volvimos al calor de la hoguera donde nos esperaban nuestros anfitriones con una música tradicional que no parecía acabar nunca. Sin duda una de las experiencias más impresionantes que puedes llevarte de Marruecos.

Con los primeros rayos emprendimos la marcha de vuelta pasando por Tamgreoute, un pueblo del siglo XI enclavado en valle del río Draa, en el que experimentamos un ritmo de vida dictado por la climatología del lugar. Las calles estrechas para dar sombra, los techos de paja y las paredes de adobe refrescaban el ambiente. También pudimos ver los hornos que utilizaban para endurecer las preciosas cerámicas por la que es conocida esta ciudad.

La capital del Valle del Draa, Zagora es otro lugar indispensable. Allí se grabó Juego de Tronos y Gladiator aprovechando su paraje natural. Un gran bosque de palmeras acompaña el pequeño pueblo y entre sus callejuelas se puede ver la amalgama de colores de sus telas y cerámicas. El trayecto finaliza en lo alto del pueblo divisando el gran terreno de palmeras y rocas. Continuamos con la visita a Kasbah Tamnougalt un Ksar (castillo) fortificado en el que entrar es un auténtico viaje al pasado, gracias al cuidado y la conservación de  los lugareños.

Kasbah Tamnougalt

El último día, fue la vuelta a Marrakech acompañados de un guía que nos presentó los lugares más emblemáticos de la perla Roja, visitamos el Zoco de Marrakech siempre lleno por el ajetreo de visitantes y vendedores, la mezquita Kutubia, la Medina y la ciudad Nueva marcada por el dominio francés.

Zoco de Marrakech

Nos despedimos de la ciudad y de Marruecos después de haber atravesado todo el país de norte a sur, una experiencia inolvidable y con unas fotografías para el recuerdo.

Adrián González

PR Team

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