Chiloé: La isla mágica de la Patagonia chilena
Chiloé: La isla mágica de la Patagonia chilena
Acabo de volver de uno de los viajes más espectaculares de mi vida: Descubrir la Isla Grande de Chiloé en la región norte de la Patagonia Chilena.
El motivo de este viaje ha sido la celebración de un FAM trip europeo formado por touroperadores de España, Francia, Reino Unido y Alemania, quienes han tenido la oportunidad de experimentar de primera mano el destino y de prospeccionar hoteles y servicios turísticos de la zona. Todo con el objetivo de poder paquetizar e incluir Chiloé dentro de sus circuitos en Chile y Patagonia.
Durante el itinerario, tuvimos la oportunidad de descubrir también la capital del país, Santiago de Chile, una ciudad llena de vida y barrios cosmopolitas rodeados por una impresionante cordillera que otorga a la ciudad una paisaje urbano único. Aquí el grupo tuvo la ocasión de visitar los lugares más emblemáticos del centro como la Plaza de Armas, el Palacio de la moneda y el Parque Bicentenario, así como ascender en el teleférico al Cerro de San Cristóbal para poder disfrutar de una de las mejores vistas de la ciudad.
Después de una noche en la capital, partimos rumbo hacia Chiloé, a poco más de 1 hora y media de vuelo desde Santiago. Recordemos que Chile es el país más largo y estrecho del mundo, ¡con casi 5,000 km de norte a sur!
Aterrrizamos en el aeropuerto de Mocopull, el cual se encuentra muy cerca de la capital de la isla, Castro, y nos dirigimos al hotel donde pasamos las 4 noches siguientes: el Hotel Ocio Territorial. Un complejo de cabañas con todas las comodidades y perfectamente integrado en la naturaleza, ubicado al otro lado del fiordo con unas vistas espectaculares de Castro. Los dueños del hotel emigraron del norte del país para instalarse en Chiloé al enamorarse de estas tierras, su cultura y su gastronomía, construyendo su hotel poco a poco con una decoración tradicional exquisita de Chiloé (o chilota) y basando su cocina en ingredientes de la isla y sus recetas ancestrales. La verdad es que en pocos sitios he comido tan bien, ¡y eso que soy persona de muy buen comer!
Hicimos muchas y diferentes excursiones a lo largo de nuestra estancia en Chiloé: Visitamos localidades como Chonchi, Kemchi, Dalcahue o la capital, Castro. También exploramos el Parque Nacional de Chiloé, el Lago Huillinco, e incluso realizamos una navegación por el fiordo de Castro donde observar bien uno de los principales atractivos de Chiloé: los Palafitos. Estas antiguas y coloridas casas de madera y tejuelas de alerce son un lugar ideal para los que viven en torno al mar, siempre a merced del subir y bajar de las mareas que determinarán si acceden a sus hogares a pie o en pequeñas embarcaciones.
Otro atractivo turístico que además, es desde el año 2000 reconocido por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad, es la ruta de las iglesias. En total 16 han sido reconocidas y las pudimos ver en diferentes localidades de la isla. Construidas sin clavos y con tejas de maderas encajadas y superpuestas, estas coloridas iglesias adornan la mayor parte de pueblos de la región. Cada cual tiene su favorita, pero la de Chonchi me resultó muy especial.
Algo de Chiloé que también enamora a los que la visitan es su gastronomía. Los habitantes sacan el mayor partido posible a lo que les ofrece el mar y la tierra, sin grandes ostentaciones pero siempre con mucho sabor. Especial mención durante nuestro viaje a las diferentes variedades de patata chilota que pudimos degustar, de todos los colores, formas y de un sabor delicioso. Ingredientes como el queso, las manzanas para elaborar la chicha (o sidra para nosotros), los choritos (mejillones), almejas, y diferentes pescados o mariscos del mar interior no pueden faltar en la cocina chilota. En la bebida, me resultó sorprendente las diferentes variedades de cervezas artesanales locales disponibles en los restaurantes y hoteles, una opción estupenda que permite variar un poco del tradicional pisco sour. Sin embargo el plato estrella de la isla es el curanto, un plato que se convierte en un motivo de reunión entre los locales: se cava un hoyo en la tierra donde se colocan piedras calientes sobre las que se van añadiendo por capas ingredientes como almejas, cholgas, choritos, carnes de chancho (cerdo) y pollo, papas y milcaos, una especie de pan de patata que sirve para acompañar la comida. Toda una experiencia y un verdadero manjar.
Posiblemente lo que más me gustó del viaje a Chiloé, además de su deliciosa gastronomía, es su gente, una población amable, generosa, tranquila, muy trabajadora y respetuosa con su tierra, que vive conectada con la naturaleza y con su isla. Prueba de ello son las llamadas mingas o colaboraciones entre locales para diferentes fines, donde se ponen de acuerdo para arar juntos el campo, cocinar, recolectar frutos, o incluso transportar sus casas sobre el agua.
Ya de vuelta en Madrid, escribiendo este post sobre mi viaje a Chiloé, me vienen más y más recuerdos y ganas de volver a la isla, porque como he mencionado anteriormente Chiloé enamora a todos sus visitantes. Tanto es así, que muchos de los que la visitan se acaban quedando y la población no para de crecer… Por tanto os animo a descubrir este maravilloso destino, una jema auténtica de la Patagonia chilena, donde os aseguro, que a más de uno, le costará montarse en el avión de vuelta, ¡os lo garantizo!
Javier Peñalver
Marketing Team
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