La idea de viajar sola pareció pasar por mi mente como un pensamiento baladí, pero pronto se convirtió en un interés que no dejaba de crecer. Como esa idea que siempre está al final de tu mente, esperando a que simplemente te decidas a dar el paso. Por eso, en cuanto vi la oportunidad de organizar mi primer viaje en solitario, me lancé a ello.  

Elegir el destino adecuado fue el primer reto. Una decisión que resultó ser sorprendentemente sencilla y en la que Italia ganó por goleada. Buscaba un lugar en el que me sintiera segura a pesar estar fuera de mi zona de confort, y donde el idioma no supusiera una barrera. Italia, cumplía con todos estos requisitos. Por supuesto, la cultura, la pasta, la pizza y el Aperol también fueron un plus.  

Milán, Florencia y Roma. Estas fueron las ciudades en las que finalmente floreció una nueva versión de mí misma que llevaba tiempo buscando. Una mujer más independiente y valiente. Acompañada por mi ligero equipaje y un diario en el que escribiría todas mis reflexiones, me propuse disfrutar al máximo de esta experiencia única.

Milán fue la primera parada. Siempre había querido visitar la catedral del Duomo y, consultando TikTok para crear el itinerario de viaje, acumulé una gran cantidad de lugares que visitar durante mi estancia.

Con la emoción de embarcarme en esta aventura todavía muy presente, mi lado extrovertido no tardó en aparecer cuando me encontré con el primer inconveniente. Al querer sacar un billete de metro para llegar al centro de la ciudad conocí a Paloma, una joven de Canarias que también viajaba sola a Milán y quien me recomendó planes para completar mi itinerario.

Aunque solo pasé 2 días, esta ciudad superó todas mis expectativas. Disfrutar de las imponentes galerías de Vittorio Emanuele II, pasear por su moderno centro financiero y subir a la azotea de la Catedral del Duomo fueron algunas de las visitas que más me gustaron.

Visita a la azotea de la Catedral del Duomo en Milán

Desde este momento, me di cuenta del gran acierto que había sido reservar un recorrido guiado por la ciudad. Además de conocer la historia, también me permitió ubicarme mejor por sus calles.

Fuera de los lugares más típicos, la libertad de estar viajando sola me llevó a descubrir lugares tan dispares como el Cementerio Monumental de Milán. Por extraño que pueda parecer, cada rincón del camposanto estaba coronado por una pieza de arte más impresionante que la anterior, convirtiéndolo en un auténtico museo al aire libre.

Con una buena sensación tras haber superado la primera etapa del viaje, tomé un tren para llegar a Florencia. Mucha gente me había hablado de su positiva experiencia en esta ciudad y, como buena amante del arte, no dejé pasar esta oportunidad.

Durante los 3 días que pasé en Florencia me centré en su patrimonio artístico, especialmente cautivada por la historia de la familia Medici. Por esta razón en mi itinerario figuraban las visitas a las Galerías Uffizi, La Galería de la Academia, infinidad de iglesias y, por supuesto, la Catedral de Santa María del Fiore y el Baptisterio.

Si en Milán tuve mi primera toma de contacto con la libertad que te aporta este tipo de viaje, en Florencia conseguí ver el lado más positivo a esta sensación. El motivo de esto es muy sencillo. Podía quedarme cuanto tiempo quisiera mirando cada obra de arte, escuchando mi música favorita mientras me sumergía en el caos de la capital de la Toscana, probando todos los gelattos que el cuerpo me pedía. Y, aunque en este momento la sensación de soledad comenzaba a estar más y más presente, yo me sentía más completa que nunca.

Foto del David de Miguel Ángel tomada en la Galería de la Academia

Mientras organizaba este viaje, era muy habitual recibir comentarios como: “¿pero no te da miedo viajar sola?”, y mi respuesta siempre fue que no. Organicé el itinerario de cada ciudad pensando en aquello que más disfrutaría, de manera que mis ganas de vivirlo no me dejaran estar nerviosa. En el caso de Florencia, el broche del viaje fue la reserva de un recorrido privado por los dos museos más importantes de la ciudad.

Ahora bien, ¿podemos hablar de lo bonito que es el atardecer en Florencia? Todo TikTok recomendaba subir hasta la Plaza de Miguel Ángel para ver la puesta de sol. Yo decidí incluir esto el último día a sabiendas de que sería el final perfecto de esta etapa. ¡Y así fue!

Al igual que la famosa frase ‘Todos los caminos llevan a Roma’, mi viaje también terminó en esta ciudad. Aunque la había visitado por primera vez junto con mi mejor amiga, ¿quién es capaz de decirle que no a Roma?

En esta ocasión pude visitar lugares que se quedaron en el tintero del último viaje, sin olvidarme de repetir en aquellos que marqué como mis favoritos. Ejemplo de ello fue la deliciosa carbonara de la Trattoria Da Enzo en Trastevere, capaz de hacer que regrese a Roma una y mil veces más.

Trattoria Da Enzo

Aunque el tiempo no daba tregua y la ciudad estaba a rebosar de turistas, disfrute mucho paseando a mi aire por las calles empedradas. Incluso viví mi momento ‘Come, reza, ama’, disfrutando de un helado en la Piazza Navona al más puro estilo Julia Roberts.

En este caso, decidí alojarme en un hostal. Una fantástica elección que me llevó a conocer a gente nueva de todo el mundo que también viajaba sola y con los que aprendí a ver este tipo de viajes desde muchas perspectivas nuevas.

Sin lugar a duda, esta ha sido la primera aventura en solitario de muchas. Una experiencia con la que he aprendido mucho de mí misma. Porque no hace falta irse lejos para que un viaje te cambie, tan sólo hace falta atreverse a volar sola.

 

 

 

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