Como cada año siempre se repiten las mismas fechas, y son momentos señalados que resulta necesario celebrar. Este año, como no podía ser de otro modo, he celebrado el famoso día de San Valentín haciendo lo que más me gusta en el mundo, en compañía de mi más fiel y leal seguidora: mi maleta. 

Y por fin el momento llegó. Hay numerosos países en mi lista de “go-to-places” y por fin este año se ha hecho realidad la visita a Islandia. Un país pequeño, pero que no deja a nadie indiferente. Y aunque viajar sea siempre un placer, bien sea solo o acompañado, en esta ocasión la compañía del grupo de amigos hizo este viaje mucho más especial y divertido. Admitámoslo, las cervezas “Viking” en soledad no saben igual…  y en disfrutar de esos momentos, mis amigos son unos auténticos profesionales. 

Fueron unos días intensos, ya que la llegada se nos vio un poco truncada por la cancelación del vuelo debido al temporal, pero como no hay mal que por bien no venga, y siempre hay que proyectar en positivo… este pequeño altercado de llegada tan solo hizo que tuviéramos que modificar nuestro viaje para quedarnos una noche más en el destino…. (menuda queja, ¿verdad?) 

Islandia es un país que sabe mucho mejor si lo llevas planificado. Obviamente siempre tiene que haber lugar para la improvisación, pero debido a la distancia y la cantidad de cosas que queríamos hacer era impensable no tener una pequeña hoja de ruta con la que guiarnos para asegurarnos de que exprimimos al máximo la experiencia islandesa. 

Empezamos nuestra aventura en la oficina de alquiler de coches, algo fundamental para el itinerario que teníamos pensado. Si bien hay numerosas opciones de tours concertados, no hay nada como la libertaD de tu coche para disfrutar a tu ritmo y horario del destino. Salimos del aeropuerto de Reykjiavik para sumergirnos en unas carreteras congeladas de camino a nuestra primera parada: Bru Bru Guesthouse en Hvolsvolur. No sin antes pasar por el supermercado para hacer acopio de provisiones necesarias para el camino. De ahí continuamos recorriendo la península de Reykjanes y el glaciar Langjökull, que es el glaciar con la caldera más intacta y que tiene alrededor de 3.000 años de antigüedad. Inmenso, con aproximadamente 55m de profundidad, 170m de ancho y 270m de largo. 

Despertar en medio de un mar de hielo no tiene precio, y esta es la experiencia que puedes vivir si decides alojarte en este sitio tan icónico… La ruta continua, y en esta ocasión iniciamos el día muy pronto para ir dirección Jokulsarlon, un lago glaciar que linda con el parque nacional de Vatnajökull, en el sudeste de Islandia. Sus aguas azules y tranquilas están salpicadas de icebergs que provienen del glaciar Breiðamerkurjökull, que forma a su vez parte del glaciar Vatnajökull. Un paseo impresionante donde la naturaleza supera todas las expectativas de la mente humana. Posteriormente, nos dirigimos a la playa de los Diamantes, llamativa playa de arena negra y famosa por los enormes fragmentos de iceberg que llegan a la orilla y que a la luz del sol parecen diamantes gigantes, todo un imperdible del destino. 

En cualquier itinerario a Islandia no pueden faltar las cascadas, y de ahí nos lanzamos a visitar la cascada de Svartifoss, situada en el Parque Nacional Skaftafell. Esta cascada recibe su nombre debido a las columnas basálticas negras de origen volcánico. Estas columnas de forma hexagonal fueron formadas por un proceso de cristalización dentro de un flujo de lava al enfriarse de manera extremadamente lenta. 

Ya de camino de regreso a nuestro ansiado bungalow, pasamos por la famosísima playa de Reynisfjara, declarada hace casi 30 años como una de las 10 playas no tropicales más bonitas de la tierra. Y es que esta playa no tiene desperdicio. Eso sí, cuidado con las olas porque engañan y al menor descuido puedes verte una situación un poco no deseada… Llegando a BruBru, hicimos una última parada en Skogafoss, una de las cataratas más famosas del país. Oportunidades infinitas de fotos increíbles, y una luz muy apropiada para ello. 

Divertidos trayectos de coche, a ritmo musical y rodeados de un paraje sin parangón nos hicieron llegar a muchos otros lugares, cada cual más icónico. Desde el Geysir Strokkur hasta una de las cataratas más impresionantes que jamás he visto todas en un ambiente nevado que hacen de la experiencia una auténtica aventura. Islandia se presenta como un destino alternativo, conectado con las necesidades de nuestra realidad actual tras la COVID-19. Mucha naturaleza, aire fresco, espacios abiertos y una grandeza de lugares como nunca jamás se habían imaginado. 

Terminamos nuestro viaje en Reikiavik, capital política de Islandia. Personalmente no considero que esto sea lo más emblemático del país, pero una visita por su casco histórico es necesaria. Caminar cerca del mar y disfrutar de las vistas es un imperdible, y si vas en invierno, no te pierdas la visita al lago donde encontrarás un sinfín de patos y cisnes como nunca habrás visto. Además, cerca de la ciudad, pudimos disfrutar de una maravillosa tarde en el Sky Lagoon, una buena opción para terminar de manera relajada un viaje que sin lugar a dudas cumplió al 100% sus expectativas. 

Y si eres tan afortunado como fuimos nosotros, quizá hasta puedas disfrutar de una noche llena de “Northern Lights”. Las auroras son, sin lugar a duda, uno de los espectáculos de la naturaleza más increíbles que jamás he experimentado, y lo cierto es que siempre te quedas con ganas de más. La mejor época para verlas suele ser de septiembre a abril. 

Llegados a este punto no queda otra que comenzar a planificar el siguiente viaje a Islandia y continuar recorriendo esta tierra que tantas series y películas ha protagonizado y que todavía sigue llena de tesoros naturales intactos que te ayudan a comprender la grandiosidad de la naturaleza.

Y para que vayáis practicando el islandés, os comparto este karaoke para que aprendáis los básicos del país. ¡Qué disfrutéis! Ahora, tan solo tienes que preparar tu maleta… ¡Islandia te está esperando!

Javier Fernández

Marketing Team