Panamá, ese paraíso desconocido, hub de Las Américas

Panamá, ese paraíso desconocido, hub de Las Américas

Hermosa vista de Cayo Zapatilla

Reconozco que soy un afortunado. Trabajar en turismo me permite disfrutar de mi gran pasión: explorar el mundo. 

Uno de los viajes de familiarización organizado por Interface me llevó al increíble y desconocido Panamá.
Un nombre curioso para un país, que según cuentan en la lengua indígena, se traduce como “abundancia de mariposas y peces”. Y no extraña, puesto que su posición privilegiada en el mundo le convierte en nexo de unión estratégico que ha sido bien aprovechado en numerosas ocasiones a lo largo de la historia. Allí los españoles tuvieron una entrada (no muy bien recibida, y de la que personalmente no me siento muy orgulloso) en 1519 y que consiguió la independencia en 1821. Un territorio muy pequeño en dimensión, y con una población que apenas supera los cuatro millones de habitantes, pero con una gran riqueza cultural, dividida a través de sus 10 provincias y sus numerosas comunidades indígenas, protegidas y reconocidas por su gobierno. 

Panamá funciona como hub de Las Américas, con el aeropuerto de Tocumen como centro de conexiones en el continente americano, aunque pocos se paran a explorar y recorrer este desconocido país. En esta ocasión, viajé con un grupo de turoperadores españoles con el fin de mostrarles algunos de sus rincones más icónicos. Nuestra aventura comenzó en la Ciudad de Panamá, todo un crisol de culturas, con una arquitectura de contrastes entre lo antiguo y lo vanguardista, una panorámica que no deja indiferente a nadie. Lo primero que llama la atención del país es su clima, y por ende, sus gentes. Panamá está lleno de sonrisas, de palabras de agradecimiento, de gente deseosa de compartir su cultura, y de eso bien tomé cuenta mientras disfrutábamos de un “raspado” paseando por la cinta costera. Modernidad e historia, unidas por una misma carretera que permite disfrutar de visiones muy diferentes de un mismo lugar. 

Cinta Costera de Panamá

Ni que decir tiene que un viaje a Panamá no estaría completo sin una vista al famoso Canal de Panamá, vía de conexión entre el océano Pacífico y el mar Caribe. Una verdadera obra de ingeniería que, al verla, te hace plantearte muchas cosas ¿cómo es posible que pudieran crear un proyecto de tal magnitud? Lo cierto es que en agosto de 1914 comenzó a operar, y desde entonces se ha convertido en uno de los puntos estratégicos más valorados y cotizados del mundo. En continua renovación, desde 2016 ya está activo su tercera esclusa, permitiendo así barcos de una mayor carga. Un espectáculo digno de ver, a la vez que continúas aprendiendo sobre este enclave en su museo didáctico. 

Continuamos viajando, recorriendo el rio Chagres hasta llegar a Gamboa, donde pudimos disfrutar de un delicioso almuerzo con unas vistas inmejorables. Todavía puedo oler el “sancocho”, ¡qué delicia de plato! (¿no has oído hablar del Sancocho? ¿en serio?!). Tuvimos oportunidad también de visitar la comunidad de los Embera – Querá. Una comunidad indígena que habita en el Lago Gatún. Viven en completa armonía con la naturaleza y nos enseñaron muchísimas curiosidades sobre su cultura, cocina, forma de vida, plantas medicinales y sobre todo su gran respeto por la tierra y cómo hacer para preservarla lo máximo posible. Una experiencia que desde luego cambia tu forma de ver la vida. 

Delicioso almuerzo con unas vistas inmejorables

Panamá es un destino para disfrutarlo lentamente y sacarle jugo, ya que en cada paso encuentras algo atractivo. Nuestro viaje también congregaba muchas otras actividades, desde el aeropuerto nacional de Panamá, volamos hasta David, en la provincia de Chiriquí para continuar nuestra aventura panameña. Esta vez descubriendo una vegetación abrumadora y un enclave único a través de un paseo hacia el mar Caribe.

Pasando por Los Algarrobos y Boquete llegamos a nuestra parada: Finca Lérida. Un hotel con mucho encanto, en medio de una plantación cafetera, que quedará siempre grabado en mi mente.

Recorriendo en Boquete

Cabañas individuales, con todo lujo de comodidades nos esperaban. Y todo en un marco único: naturaleza, fauna y un inmenso campo de café. Uno de los mayores productores de café “geisha” del mundo, un lugar donde nos descubrieron lo que supone una verdadera cata de café. Disfrutamos en este lugar mientras continuamos descubriendo la zona. Adrenalina, eso era lo que recorría nuestros cuerpos mientras nos deslizábamos por las tirolinas y caminábamos sobre imposibles puentes colgantes en las faldas del volcán Baru. Una experiencia única, siempre llena de risas, muchas risas…

Disfrutando del hotel Finca Lérida

Nos despedimos de ese lugar, personalmente con un hasta luego, porque tengo claro que algún día volveré. Y continuamos nuestro recorrido. Hay muchas formas de viajar, aunque personalmente mi favorita cuando se visita un país es descubrirlo por carretera. Y así lo hicimos. 

Posiblemente uno de los lugares más conocidos por todos “Bocas del Toro” nos estaba esperando. Un lugar lleno de vida, bares, comida y música. Para llegar continuamos nuestro viaje por carretera hasta Almirante, donde nos estaba esperando una lancha para llevarnos a lo que sería nuestra casa durante los siguientes días. Aquí conseguimos desconectar del mundo, desde Bocas del Toro realizamos varias excursiones. No importa madrugar cuando lo haces con un amanecer de ensueño. Nos dirigimos a nuestro barco, con un guía de lujo que nos llevó a recorrer los secretos más recónditos de esta zona. Comenzamos el viaje llegando a Cayo Zapatilla, tuvimos suerte, la isla era toda nuestra. Un lugar paradisiaco, repleto de cocoteros y playas de arenas blancas. Paraíso para el snorkel, o simplemente para aquellos que disfrutan del rugir del mar mientras leen un buen libro. Continuamos explorando la zona, y llegamos hasta las Isla Bastimento, donde pudimos disfrutar de su Parque Natural y hacer muchas fotos de los perezosos (personalmente estoy obsesionado con estos animales. ¡Qué fantasía!). De ahí nos fuimos a comer al borde del mar, en la playa “Red Frog” uno de los puntos más cotizados entre los amantes del surf. 

Osos perezosos en Parque Natural de Panamá

Lo malo de viajar es que en algún momento tienes que volver. Y así lo hicimos no sin antes disfrutar de otro día en la ciudad de Panamá y visitar el Museo de la Biodiversidad obra del afamado canadiense Frank Gehry. Un espectáculo para la vista, desde fuera y desde dentro. 

Museo de la Biodiversidad

Nos despedimos de Panamá. Pero con un hasta pronto, porque aquí, desde luego, es necesario volver.   

 


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