Curro en la Isla del Encanto: Puerto Rico.

 

“Cuando llegues a Puerto Rico, olvídate de investigar sobre los misterios de los dioses… y dile a Macarena Escrivá que te lleve directamente al Caribe Hilton y tómate una Piña Colada.”

Después de un largo periplo desde Rapa Nui, Curro aterrizó en una acogedora isla en pleno Caribe. La amabilidad de sus gentes, sus cientos de colores y sabores, sus playas, selvas y ciudades coloniales, le han llevado a considerarla por muchos como la Isla del Encanto.

“Bienvenido a Puerto Rico, Curro. Este 2020 la isla celebra el 500 aniversario de la fundación de su capital y es una fecha muy especial”. Así le dio Macarena la bienvenida al viajero, recién aterrizado de la vibrante Rapa Nui.

Llegaron al Viejo San Juan, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, por su impresionante casco antiguo, donde la arquitectura colonial, los restaurantes, tiendas e hitos históricos, han hecho de ella el lugar más importante de la isla. Se perdieron entre sus tortuosas callejuelas entre casas de colores, visitaron El Morro, bajaron hasta el barrio de La Perla y tomaron un café 100% puertorriqueño en Don Ruiz.

“Curro, espero que nuestro paseo te haya dejado con ganas de más, porque Puerto Rico tiene un cóctel que ha viajado por todo el mundo, al que le han dedicado canciones y que refresca como ninguno. ¿Sabes de qué hablo? De lo que ya te adelantó Pedro Grifol, la Piña Colada.”, le explicó Macarena y continuó: “su historia es fascinante. Nadie sabe muy bien quién fue el primero y eso es lo más divertido. Algunos aseguran que fue un barman conocido como Monchito, al frente de la barra del hotel Caribe Hilton. Otros que fue en Barrachina del viejo San Juan, donde allá por 1963, Don Ramón Portas Mingot, un barman español, daría con el brebaje que une ron, crema de coco y jugo de piña y así lo atestiguan con una placa en el propio lugar… El asunto trae cola, pero sea como fuere, una vez la pruebes, caerás rendido a los pies de tan singular combinación de sabores. Podríamos ir al Caribe Hilton, como nos dijo Pedro, pero aprovechando que estamos en el Viejo San Juan, lo mejor será probar la del segundo creador en cuestión…”

Fue entonces cuando ambos se acercaron al mítico Barrachina, para comprobar si la fama era merecida. Curro quedó encantado, y entre piña colada y piña colada, fue pasando la tarde. “¿Te apetece probar uno de los platos más característicos de la isla?”, preguntó Macarena. No hablaba de otra cosa que del mofongo, un plato que no falta en las cartas de todos buena cantidad de los restaurantes de la isla. Para prepararlo, se sirven de plátano verde frito, una salsa de mantequilla con ajo, aceite de oliva y chicharrones. Admite tantas variantes… De pollo, carne de ternera, camarones o langosta, entre otros. Acompañaron la comanda con alcapurrias y piononos, reyes de los cuchifritos en Puerto Rico.

La noche se fue animando y el son de la salsa y las ganas de marcha flotaban en el ambiente. “Curro, ¿sabías que en el viejo San Juan está uno de los mejores bares del mundo? ¿Te apetece tomar otra y bailar un poco de salsa?”, le espetó Macarena. Así fueron a La Factoría, que abierto en 2013, es el perfecto ejemplo de la forma de vida caribeña. Buena música, ambiente, diferentes espacios y, por supuesto, increíbles cócteles, que le han llevado a estar incluido en el puesto 32 de la prestigiosa lista de The World’s 50 Best Bars.

Con los pies cansados de bailar se retiraron al hotel, que por suerte, estaba a pocos pasos del local. Curro estaba encantado con él. Se llamaba El Convento y en lo que fuera un antiguo edificio religioso, hoy estaba uno de los hoteles más coquetos del viejo San Juan. Respiraba un aire colonial, las habitaciones eran de lo más confortables y hasta tenía una pequeña piscina en la azotea. Repasando el día frenético que habían pasado, Curro se dejó vencer por el sueño…

A la mañana siguiente, Curro se levantó totalmente renovado y descansado. En el desayuno le esperaban para otro día en la isla. “Buenos días Curro, espero que hayas descansado. Hoy nos toca aventura y cultura, dos de los reclamos turísticos más activos en Puerto Rico. ¿Preparado?”.

Por la mañana, emprendieron una excursión hacia el norte de la isla, concretamente a Arecibo, un lugar repleto de valles y montes, donde la naturaleza campa a sus anchas. No se perdieron la visita a Cueva Ventana, un espacio natural que atesora numerosas especies de aves y animales endémicos de la isla y que, a unos 800 metros sobre el nivel del mar, se abre como una ventana natural hacia el impresionante valle.

“Curro, siempre habrás oído hablar del pasado hispano de Puerto Rico, pero ¿sabías que la isla también tiene fuertes raíces africanas?” Así llegaron a Loíza, una zona en la que, el hecho de dedicarse a la preservación de la cultura, la ha llevado a ser conocida como la ‘capital de la tradición’. Puerto Rico es una amalgama de diferentes culturas y gentes del mundo, que llegaron a la isla y dejaron huella en sus costumbres, cultura o gastronomía. Indios Taínos, africanos de Nigeria, Congo o Ghana y españoles, dieron a la isla una personalidad propia.

Visitaron varios puntos de Loíza, descubriendo mucho más sobre esta cultura ancestral. En el Parque Histórico Cueva María de la Cruz disfrutaron de la cueva donde habitaron los primeros pobladores de la isla, para más tarde asistir a una demostración del baile tradicional de la isla, la bomba. El ritmo se lo deben a sus antepasados africanos, que llegaron a la isla como esclavos. Este baile era liberador, reflejaba la libertad a través del movimiento al son de los dos tambores que utilizan, el buleador y el primo.

Más tarde se acercaron a la tienda de artesanías Castor Ayala, donde Raúl Ayala, que preservando la tradición de su padre, sigue elaborando máscaras de coco que se utilizarán en las festividades de Santiago Apóstol, muy celebradas en Loíza con los desfiles de Vejigantes y Caballeros. Cerca de allí, visitaron el taller de Samuel Lind, uno de los artistas más prolíficos de la zona, que ha llegado a exponer y vender en grandes galerías de Norteamérica. Su arte bebe de la herencia africana, de la bomba, del Caribe… Todo un deleite para los sentidos.

“Curro, ¿te apetece hacer una parada para comer algo? Te voy a llevar a probar los bocados loiceños más genuinos”, le animó Macarena. Llegaron al burén de Lula. El mismísimo chef Jose Andrés, dijo que quien no había comido en el burén de Lula, no sabía lo que era la gastronomía de Puerto Rico. Allí, sobre una plancha sobre la que cocinan llamada burén, pudieron probar arepas de maíz con coco y dulces de calabaza preparados por María Dolores de Jesús, más conocida como Lula, alma máter de este espacio.

“¡Qué calor hace Curro! ¿Paramos a darnos un chapuzón en La Pocita?” Y allí, rodeados de palmeras y en un agua cristalina, empezaron a sentir la nostalgia de un viaje que estaba por terminar.

De vuelta al viejo San Juan, los dos amigos se dieron un buen paseo hasta el Morro, aquel bastión que construyeran los españoles a su llegada, que hoy sirve de mirador privilegiado. ¿El plan? Divisar el atardecer de otro día que se apagaba en un cielo que se tornó en mil y un tonos de rosa.

El viaje de Curro por Puerto Rico llegaba a su fin y juntos fueron al aeropuerto de San Juan. “Ha sido breve, pero intenso. Te quedan tantas cosas por descubrir… Las impresionantes playas de Culebra, el encanto colonial de Ponce, el frondoso bosque de El Yunque… Pero espero que con esto, te lleves una grata imagen de todo lo que Puerto Rico te puede ofrecer, Curro: historia, gastronomía, tradición, cultura, naturaleza, playas… ¡tanto y tan emocionante!”

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