Curro a 90 grados bajo cero en Antártida.

 

“En esta caja hay una cosa para César y para ti: un tarro con kimchi coreano, tan picante que al comerlo se os olvidará el frío antártico y os acordaréis de mí unos cuantos días” .

“Muy bien Curro, lo primero que haremos será proveerte de un buen equipo para paliar las temperaturas antárticas puesto que el maravilloso Kimchi que nos envía Cristina nos calentará por dentro, pero necesitarás algo más para fuera. Nuestra aventura nos llevará al lugar más frío del planeta, donde se han registrado datos cercanos a los 90 grados bajo cero”, le dijo César a Curro mientras su rostro pasaba de la ilusión al terror en dos segundos. “Pero tranquilo, que aquí en el hemisferio sur ahora es verano y las temperaturas serán mucho más benignas”.

El navío que les iba a servir de alojamiento y transporte durante las próximas semanas era relativamente pequeño. Se trataba de un buque oceanográfico reconvertido en crucero con capacidad para 90 turistas.

Tras embarcar los pocos enseres al navío anclado en el puerto de Ushuaia y haber sido recibidos por la tripulación, Curro y César suben a la cubierta principal para ver zarpar. La ciudad más austral del mundo pronto se convertiría en un panorama lejano. Estaban flotando sobre las aguas calmas del Canal del Beagle.

“Oye César, ¿pero si Ushuaia es la ciudad más austral del mundo… qué son esas casas que divisamos más al sur?, ¿eso es Puerto Williams?”, preguntó Curro. “Así es Curro, veo que no se te escapa una y que te has preparado el viaje. Aquello es el pueblo más austral del planeta, Puerto Williams en Chile y también merece una visita”.

Durante las siguientes horas Curro y César se familiarizaron con el barco, acudieron a charlas sobre seguridad y empezaron a conocer a los otros pasajeros y a los científicos que les acompañarían en la expedición. En el ambiente solo se escuchaba una cosa: “¡Esperemos que la travesía por el paso de Drake no sea excesivamente movida!”.

En la barra del bar del salón central del buque había un relieve con la cara del explorador británico Ernest Shackleton, al que se le atribuye la publicación del singular siguiente anuncio para enrolar tripulantes durante su tercera aventura por el continente Antártico:

“Se buscan hombres para viaje peligroso. Sueldo escaso. Frío extremo. Largos meses de completa oscuridad. Peligro constante. No se asegura el regreso. Honor y reconocimiento en caso de éxito”

A este anuncio respondieron 5.000 personas en 1907. Hoy es ejemplo de valor en una expedición donde fracasó el objetivo pero triunfó la superación. ¡Esperamos que este no sea el caso de nuestros protagonistas!

Tras una noche la tranquilidad comenzó un vaivén que iría creciendo con las horas. La médico a bordo daba charlas y repartía pastillas contra el mareo a los pasajeros. El clima cambió rápidamente y unas nubes negras comenzaron a perseguir al buque oceanográfico.

“Curro, aquí es donde vamos a comenzar a sufrir un poco, pero te aseguro que la recompensa merecerá la pena”, explicaba César mientras ambos observaban por un ojo de pez cómo la cubierta se llenaba de nieve y unas grandes olas iban tomando protagonismo.

Aquello fue a peor, y durante casi un día entero César y Curro permanecieron en sus camarotes acostados para sobrellevar el mareo. En la antigüedad se decía que una vez comenzado el mal de mar, solamente podía superarse atando al paciente a un árbol firme, pero ya estaban más cerca de la Antártida que de ningún lugar con árboles.

La buena noticia llegó con el amanecer del último día de travesía. El mar se calmó y los primeros trozos de hielo se veían flotar. La emoción iba subiendo y los mareos desapareciendo. Curro y César se apresuraron a salir a cubierta. Hacía frío, pero no nevaba y el paisaje estaba transformándose maravillosamente. En unas horas aquel mar ya antártico iba a estar completamente salpicado de icebergs. Era lo más parecido a estar en otro planeta.

Curro escuchó una exclamación de un grupo de turistas en la popa del barco. Avisó a César y ambos se apresuraron. A no muchos metros del barco una enorme ballena jorobada acabada de saltar fuera del agua. Estos impresionantes animales de 35.000 kilos llegan aquí cada verano y regresan a las aguas cálidas del norte en invierno. Solamente esta ballena saltará 16 veces en una hora ante la excitación de todos los turistas.

El Capitán del barco, un experimentado marino argentino con más de 30 años navegando aquellas aguas, saldría del puente de mando para saludar a Curro y a César y darles la bienvenida a la Antártida.

En los siguientes días disfrutarían de dos actividades diarias en tierra firme. Tras un protocolo de desinfección de las botas, los pasajeros llegaron a la costa en unas zodiacs desde el barco principal. El plan era, en grupos reducidos, hacer caminatas por el continente menos explorado por el ser humano siempre acompañados por expertos científicos y otros miembros de la tripulación. Pero en la Antártida no estaban solos, colonias de decenas de miles de pingüinos les esperaban. También focas de varias especies, orcas, aves marinas y ningún atisbo de civilización más allá de alguna pequeña base científica.

En uno de esos paseos, caminando sobre el hielo con un paisaje que combinaba grandes montañas, aguas en calma repletas de hielos y un cielo azul carente de polución, Curro no pudo evitar mostrar su emoción.

“Amigo César, sabía que recorrer el mundo sería una gran experiencia vital, pero lo que nunca imaginé es que Antártida fuera el paisaje más bello e impactante que han visto mis ojos. Gracias por compartirlo conmigo”.

“Gracias a ti Curro. Siempre me gusta decir que compartir es vivir y que si algo cuenta en nuestras vidas cuando vislumbramos el final de éstas no es el dinero que acumulamos o los reconocimientos que recibimos, son las experiencias compartidas, y sí, también para mí la Antártida es el lugar más impresionante del planeta y eso que he dado ya dos vueltas al mundo”.

Nuestros protagonistas siguieron disfrutando de la salvaje naturaleza antártica como espectadores de excepción entre colonias de focas, más pingüinos y magníficas explicaciones de los científicos. Son pocos los turistas que han llegado hasta aquí, pero estos viajes sirven para reconciliarse con el planeta y tener presente lo importante que es no alterar el medio ambiente para que otros muchos seres vivos puedan seguir disfrutando de La Tierra, que es de todos.

Comparte con el mundo:
Your browser is out-of-date!

Update your browser to view this website correctly.Update my browser now

×