“Antes de despedirnos quiero darte esta pequeña botella de cristal que contiene arena del desierto de Mojave, yo recojo tierras del mundo, es una manera de seguir viajando cuando estoy en casa. Espero que esta sea para ti la primera de una gran colección”.

Un océano separa el continente americano del africano, pero en esta ruta Curro también tendrá tierra que guardar para su colección. Este viaje será diferente, porque tendrá dos acompañantes:  María José y José Pablo. 

Estos dos jóvenes andaluces que suelen recorrer el mundo en pareja, o en grupo con el Club de la aventura de Atomarpormundo, esta vez lo harán con su amigo Curro, también Andaluz, por lo que se iban a sentir los tres como en casa. Nuestro joven protagonista y enamorado de los viajes viene de los grandes parques naturales de Estados Unidos. Naturaleza en estado puro. Pero todavía le queda sorprenderse mucho hablando de este tema…

“Curro, todavía no lo sabes, pero esta va a ser una de las mejores etapas de tu vuelta al mundo. Bienvenido a la isla más grande de África, Madagascar”, le dijeron al unísono los dos jóvenes. “Vengo con ganas. ¿Empezamos?”, respondió Curro.

Curro llegó sin apenas leer nada de este país que se sitúa en medio del Océano Índico, al este de Mozambique, para más señas. Él se pensaba que en Madagascar iba a ver lo mismo que en la película de Disney. “Pues yo me imagino ver a los pingüinos que aparecen en la peli… ¿No?”, dijo Curro con una sonrisa pícara al poco de llegar. Pero no. Los pingüinos aquí dan paso a los lémures. Y la realidad, por natural y preciosa, supera la ficción. 

El medio ambiente es, sin duda, uno de los grandes reclamos de este país, junto a su gente. Ojo al dato: (Curro se quedó loco cuando María José y José Pablo se lo dijeron) el 80 % de las plantas y animales de este país solo se encuentran en este lugar del planeta. Hasta aquí ya sorprende. Pero es que, además, una de esas plantas no es un árbol cualquiera. Estamos hablando de los impresionantes baobabs. De las ocho especies que hay en el mundo, seis pueden verse en Madagascar.

De todos los lugares donde pueden verse, en mayor o menor cantidad, la famosa Avenida de los baobabs es el sitio donde se arremolinan más turistas. Ellos, los dos viajeros andaluces, por querer llevar a Curro a un sitio más alejado del turismo e igualmente impresionante, lo llevaron a la Reserva Natural de Reniala. “Curro, este sitio puede que sea menos “instagrameable”, pero vas a ver estos árboles sin nadie alrededor, que también impresiona”, comentaban en el 4 x 4 que alquilaron para llegar.

Como le dijeron a Curro, con lo que se iba a quedar con la boca abierta en este viaje era con las plantas y los árboles, pero también con los animales. En Madagascar viven casi 100 especies distintas de lémures.  Esta especie de primate, bastante huidizo, puede verse en varios parques nacionales del país. De todas las especies que pueden verse en Madagascar el más abundante es el de cola anillada.

Para verlos bien, el trío viajero tuvo que madrugar. Los malgaches, la población local, les advirtió la noche antes que la mejor hora para verlos era a primera de la mañana. Estos animales son unos amantes del calor y les encanta tomar el sol a diario. Así, cada día, bajan de las montañas y árboles, donde descansan a zonas más llanas y accesibles. Los guías de los parques saben perfectamente dónde encontrarlos. Se pueden ver en muchos puntos del país, pero nosotros optamos por dos espacios en donde es muy raro volverte sin verlos: Isalo y Anja. “Mira ese como baja”, “mira ese otro con su bebé”, nos contábamos unos a otros con emoción. 

Como le dijeron a Curro el primer día con una cervecita fresquita en la mano, lo mejor de este país es la naturaleza y su gente. En cada aldea los recibían siempre con alegría. Los malgaches son un pueblo abierto y no acostumbrado al turismo de masas; hasta 18 etnias, con su propia cultura, vestimentas y tradiciones, habitan en esta isla multicultural.

El mejor lugar para ver e interactuar con la gente es en los mercados. Da igual en qué pueblo pararan. En cada uno de ellos, dependiendo del día de la semana (pregunta a los locales) había un lugar lleno de color, productos frescos y gente amable que te explica lo que le preguntes con alegría. “¿Qué vamos a comprar, Curro?” Siempre le preguntaban, porque de frutas y verduras Curro sabe cómo el que más. 

También se compra y se vende mucho en Ambatolampy, un pueblo por el que se pasa varias horas después de salir de Antananarivo, la capital, rumbo al sur. Curro no se imaginaba que una de las visitas que le teníamos preparadas era a una fábrica de ollas de aluminio. El proceso, artesanal al 100 %. Después de esa visita, todas las ollas que veían por el país, con la que les servían cuando comían e incluso la que Curro se llevó de recuerdo en miniatura, eran de ese lugar. “¿No te cabe una más grande en la maleta?”, le preguntó con guasa José Pablo. 

Cuando Curro pidió relax después de la paliza que llevaba encima después de recorrer medio mundo y el ritmo que llevaban aquí (en Madagascar hay pocas carreteras pavimentadas y los trayectos son largos), optaron por moverse al norte. Allí les esperaba Nosy Be, la zona más turística de Madagascar. La hamaca, un libro y los paseos por la playa fueron el mejor epílogo de este viaje.

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