Patricia le deseó a Curro que lo pasara muy bien y se cuidara mucho durante su aventura por el mundo. Y remató su despedida con un: ¡Bis geschwënn! (hasta pronto, en luxemburgués).

Curro sabía que Italia, al contrario que Luxemburgo, era difícil de explorar en pocos días y tendría que elegir muy bien su meta. Sabía que era un país con grandes atractivos turísticos: Roma, Florencia o Venecia, todos ellos lugares de incalculable valor histórico y monumental. Sin embargo, decidió apostar por hacer un pequeño itinerario en algunas regiones del Sur acompañado de Paloma. A ella estas regiones la habían conquistado irremediablemente y estaba dispuesta a que Curro se emocionase también.

Nada más llegar a Bari ella le comenzó a hablar de los miles de planes que tenía, visitar algunas playas salentinas entre el Jónico y el Adriático, conocer las principales ciudades, comer en pequeñas tratorias… Sin embargo, la primera parada que le tenía preparada era un paseo por los pueblos del Valle de Itria, Puntignano, Ostuni o Locorotondo, “sus fachadas encaladas, callejuelas encantadoras y olores mediterráneos te seducirán como a mí”. Curro se sorprendió nada más poner un pie en aquel misterioso valle, lo más llamativo era su arquitectura original y única, los trulli. Aquellas pequeñas construcciones de la Italia más rural habían permitido que el pueblo de Alberobello se convirtiera en uno sitios Patrimonio de la Humanidad UNESCO más famosos del país.

Alberobello estaba en la provincia de Bari, el corazón de Puglia y era una zona realmente rica en patrimonio. “Pero no es lo único que vamos a visitar en Bari” con estas palabras se dispusieron a descubrir antiguos pueblos marineros en las orillas del mar Adriático. Disfrutaron del día paseando por los acantilados de Polignano a Mare y Monopoli, se entretuvieron a la hora de comer con un buen plato de pasta artesana e incluso, se mojaron los pies en las playas de la zona. 

La ruta en Puglia terminaba aunque a pocos kilómetros de estos pueblos costeros, en el interior, iban a visitar la capital de Basilicata, Matera una ciudad con una atmósfera única. Nada más llegar a Matera, con los sentimientos a flor de piel Curro descubrió lo que significaba emocionarse en un viaje. Aquel lugar humilde con un pasado histórico excavado entre las rocas donde vivieron durante siglos sus habitantes le llegó a lo más profundo y le hizo reflexionar. El centro urbano de Matera formado por cuevas horadadas por el hombre e iglesias rupestres le habían concedido el honor, años atrás, de ser ciudad Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Los premios se podían contar, pero las sensaciones, esas, no se podían describir.

Paloma no quería que abandonara el sur de Italia sin visitar la isla de mayores dimensiones del país: Sicilia. “Aunque yo no pueda acompañarte estos días, te aconsejo que pases, al menos, un par de semanas en esta región ya que cuenta con innumerables atractivos turísticos”. Sin duda, tenía razón, cuando le dijo que le encantarían algunos de sus parques arqueológicos y espacios dedicados a la antigüedad clásica, como El Valle de los Templos en Agrigento, la increíble ciudad antigua de Siracusa, Segesta en Palermo y Selinunte, una gran ciudad helénica en la provincia de Trapani. 

Ella le había hablado tan bien de Trápani, una de las joyas por descubrir en Sicilia, que decidió que parte de su ruta sería en esa provincia. Uno de los lugares que más le gustó fue Erice uno de los pueblos más bonitos de toda Italia, situado en la cima de un altísimo promontorio que se eleva al lado de la ciudad de Trapani al que llegar a golpe de teleférico. En aquel “borgo” medieval delicioso en el que paseó por calles empedradas y se perdió entre castillos y rincones encantadores, disfrutó de uno de los atardeceres más bellos que recuerda. Sentado en la terraza de un bar, con un aperitivo en la mano, vio caer el sol entre las islas Egadas… una experiencia única. 

También le habían hablado de aquel tesoro con apariencia de archipiélago, las Egadas tres pequeñas islas de una belleza incomparable. Días antes, Paloma le había dicho  “Mi preferida entre ellas es Marettimo un lugar perfecto para desconectar del mundo durante un par de días y disfrutar de su pequeño pueblo, sus cientos de cuevas y calas para hacer snorkel y su luz.” Y así, lo hizo, nada más llegar al Puerto Nuevo encontró un bar y se sentó a tomar un café con uno de los postres más típicos de Sicilia. Pensó “no hay nada más reparador tras un día de playa que un cannolo con vistas a las coloridas barcas amarradas al muelle”. La isla de Marettimo era excepcional, tanto era así que durante siglos y hasta hacía muy pocos año, habían vivido en sus costas algunos ejemplares de foca, ¡un hecho único en el mar Mediterráneo!

No pudo por menos que visitar la capital de Sicilia, Palermo le parecía una ciudad apasionante que mezclaba un pasado arquitectónico glorioso con un cierto gusto decadente haciendo de ella un lugar con una atmósfera muy particular. En Palermo y sus alrededores era imprescindible visitar la arquitectura normanda, un estilo único que conserva huellas del arte bizantino junto con elementos arabizantes como representación de las tantas culturas que siglo tras siglo habitaron en esta isla. Palermo junto con Monreal y la preciosa Cefalú eran la triada única y perfecta para descubrir está exuberante arquitectura diversa a todo lo que hayas visto por el mundo.

Comparte con el mundo:
Your browser is out-of-date!

Update your browser to view this website correctly.Update my browser now

×