Pilar Ortega se despidió de Curro con nostalgia, no sin antes desearle buena suerte y que siguiera disfrutando de su camino…

Curro sabía que su próximo destino no estaba lejos. Había aceptado la invitación de Patricia Palomar, una gran experta en altos vueltos (dirige Aircrewlifestyle.com), para descubrir Luxemburgo. Así que tomó un vuelo Burdeos-Luxemburgo para comenzar a soñar con una ciudad tan pequeña y manejable como interesante. Patricia le había sugerido este destino porque cree que todavía es un destino bastante desconocido, a pesar de que brinda numerosos atractivos culturales y de ocio para el viajero.

El Gran Ducado de Luxemburgo está situado al noreste de Francia y Patricia le indicó a Curro que no es un destino especialmente turístico, quizás porque este pequeño territorio tiene como vecinos a “pesos pesados” como Alemania, Bélgica o Francia. “Sin embargo, si por algo es conocida esta ciudad es por reunir algunas de las instituciones más importantes de la Unión Europea y por ser una plaza clave a nivel empresarial y financiero. Aquí se cierran multitudinarios acuerdos y crecen las fortunas de un exclusivo club de inversores internacionales. Sólo a nivel financiero, es el segundo centro mundial de fondos de inversión después de Estados Unidos y el primero de banca privada de la zona euro. Por no hablar de su envidiable renta per cápita mensual, algo más de 8.500 €, de su salario mínimo de 2.142 €/mes, o una tasa de desempleo de apenas un 5,8 %”. Con estas explicaciones, Curro se quedó impresionado y reflexionó en silencio sobre la importancia y el alto nivel de vida de este país.

Nuestro viajero estaba ante un emporio financiero y esperaba encontrarse un lugar exclusivo y cosmopolita a partes iguales, como así fue. “Una prueba de la exclusividad de Luxemburgo es que este reducido país ostenta el récord de densidad de restaurantes Michelin de todo el mundo, y que Luxemburgo capital, aunque tiene el tamaño de un pueblo grande, reúne a todas las grandes firmas de lujo. De su cosmopolitismo, te diré que cuenta con más de 160 nacionalidades y que casi el 44 % de su población son extranjeros”, le dijo Patricia a Curro.  

Curro pudo comprobar cómo en pocos kilómetros cuadrados se concentra un paraíso para los amantes de las tiendas de moda y diseño, a cada cual más especial. También vio galerías de arte, panaderías y confiterías en las que se quedó literalmente pegado al escaparate, tiendas de delicatesen que le hicieron salivar, tiendas de vinos… Patricia ya le advirtió que “aquí son tantos los placeres culinarios que hay que ir con cuidado para no pasarnos todo el viaje entregado en exclusiva al deleite del paladar. Haz hueco para disfrutar también de los mayores atractivos históricos, artísticos y culturales de la ciudad”.

Le siguió contando a Curro que Luxemburgo es una ciudad mitad histórica y mitad ultramoderna. Tiene un aire de cuento en la parte vieja y un espíritu vanguardista. “Vas a disfrutar de una oferta cultural muy viva y de una ciudad abierta, culta y ordenada. Vamos, de un destino muy hedonista que no tiene nada que envidiar a las grandes metrópolis europeas que la rodean”. Así que Patricia le propuso dirigirse a la Ville-Haute (Ciudad Alta), el centro histórico de Luxemburgo, que, como bien indica su nombre, se localiza en alto sobre un gran promontorio de roca, verticalmente impenetrable, entre dos ríos (Alzette y Pétrusse). Esta localización le ha permitido que tenga una singularidad turística: sus casamatas, unos pasadizos, de hasta 23 kilómetros, que excavaron los soldados españoles a partir de 1644. Y es que Luxemburgo inevitablemente está marcada tanto por su pasado fortificado como por el dominio español durante 200 años, aunque esto último no lo digan abiertamente los luxemburgueses. 

La Ville Haute es el lugar ideal para pasear callejeando. El barrio reviste el típico encanto de las ciudades centroeuropeas, sobre todo con una pronunciada mezcla de lo francés y lo alemán. Patricia y Curro pasaron por dos plazas fundamentales, la Place d’Armes y la gran Plaza Guillaume II. Y por supuesto, por delante del Palacio Gran Ducal (siglo XVI), cuya solemne fachada, inspirada en el Renacimiento español, impresionó a nuestro viajero.

Deambulando por las callejuelas del centro histórico llegaron hasta el verdadero origen de la ciudad, donde en su día se cruzaban dos calzadas romanas. Es la plaza du Marché-aux-Poissons, que recibe su nombre porque aquí se celebraron los primeros mercados de Luxemburgo. En ella están el moderno Museo Nacional de Historia y Arte y la Ilôt Gastronomique, un edificio medieval por el que atraviesa un pasadizo con varios restaurantes típicos. Todo muy pintoresco.

“Te voy a llevar ahora a la Grand-Rue, que es una de las calles comerciales más populares. Populares por decir algo, porque con una economía tan boyante, aquí no hay mucha tienda low cost. Si buscas high level en las compras, tienes que ir al nuevo complejo Royal-Hamilius, diseñado por Norman Foster, que incluye hasta unas Galerías Lafayette. Aunque la zona más top es la Rue Philippe II, a la altura de la Rue de la Poste y la Rue Louvigny, donde están las grandes firmas de lujo”, le informó Patricia.

Patricia le tenía preparado más sitios que visitar, así que bordearon el centro histórico por Le Chemin de la Corniche, un paseo junto al precipicio sobre el río Alzette desde donde disfrutaron de las elegantes fachadas de casas aristocráticas de la Ville Haute que se alzan sobre sus cabezas a un lado del camino, y del bucólico barrio del Grund ubicado bajo ellos, al borde del Alzette. “Vamos a dar un paseo por el Grund para que te sientas teletransportado a un pueblo de montaña con su río y riachuelos, su tranquilidad, sus callejuelas adoquinadas y sus bonitas casas bajas”, le propuso Patricia. 

Como a Curro le gusta mucho comer y descubrir la gastronomía local, se acercaron a descubrir los productos tradicionales de la Maison Kaempff-Kohler, una céntrica tienda de alimentación que desde 1922 ofrece a los luxemburgueses una estupenda selección de quesos, charcutería, vinos, panes, platos preparados caseros y pastelería. Y compraron los típicos knippercher (pralinés) de Luxemburgo en la pastelería Oberweis, en la Grand-Rue, muy prestigiosa en el Gran Ducado. Y en esto se echó encima la hora de comer, así que Patricia invitó a Curro a un restaurante de categoría Michelin que siempre es un acierto: La Cristallerie, en el hotel Le Place d’Armes, aunque estuvo dudando en llevarle a otro de cocina típica luxemburguesa: Um Dierfgen, situado cerca del comienzo de la Grand-Rue.  

Curro no podía irse de la ciudad sin disfrutar de la cara más vanguardista y cosmopolita de la ciudad, representada en el barrio de Kirchberg, también conocido como barrio europeo. “Para despedirnos, te voy a invitar a un concierto en la Philharmonie, cuyo edificio diseñado por el arquitecto Christian de Portzemparc es la actual insignia arquitectónica de Luxemburgo. La reconocerás por las 823 columnas blancas en hilera a lo largo de su contorno elíptico”, le dijo Patricia. También le señaló otros edificios cuya arquitectura está firmada por grandes nombres de la escena mundial, como son Deys Lasdun, Ricardo Bofil o I. M. Pei. Se trata del MUDAM o Museo de Arte Moderno, del Banco Europeo de Inversiones y de las dos torres gemelas La Porte.

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