Mientras Curro contemplaba este regalo de la naturaleza, mirando al inmenso horizonte del índico, sintió que sonaba su móvil en su mochila…

«¡Pero Curro!”, dijo la inconfundible voz de su amigo Carlos, “Acabo de ver tus fotos de Zanzíbar en Instagram, ya que estás aquí en el Océano Índico, acércate a verme en otra isla, en este mismo mar, que te va a dejar de piedra de lo bonita que es y que seguro no olvidarás nunca. Estoy la Isla de Mauricio, que está enclavada a unos mil kilómetros al este de Madagascar, una isla volcánica, con un tamaño aproximado de la mitad de la isla de Mallorca, y un poco más pequeña que Zanzíbar. Pero eso no le quita ni un ápice de la belleza que tiene”. Curro no se lo pensó y al día siguiente observaba, desde la ventanilla de un avión, el inmenso océano de color azul turquesa que gracias a la barrera de arrecifes de coral rodea casi todo el perímetro de la Isla de Mauricio, y que entrelaza en una explosión de colores,  el blanco de la arena de las playas, con el verde de la vegetación exuberante y el marrón de las montañas, restos de los antiguos volcanes, que le anticipaban cual iba a ser la tónica en su viaje.

La historia reciente de esta isla es todo un compendio de situaciones que dan para escribir libros. Desde que los árabes la pisaron por primera vez dándole el nombre de Dina Arobin,- la Isla de la Plata-, hasta su independencia de Gran Bretaña en 1968, por ella han pasado gentes y culturas de todo tipo, como los portugueses, holandeses, franceses, indios, musulmanes y chinos.  El idioma oficial del país es el inglés, aunque los dos idiomas más populares son el francés y el créole, un francés un tanto peculiar.

LA MONTAÑA: LE MORNE BRABANT, PATRIMONIO DE LA UNESCO.

Carlos recibió a Curro en el aeropuerto, como se debe recibir a un amigo y compañero de tantos viajes: con un abrazo y un itinerario. “Desde aquí recorreremos la carretera que bordea la costa sur de la isla, para llegar a la península de Morne, donde se ubica el posiblemente icono de toda la isla y declarada Patrimonio Cultural de la Unesco desde 2008” le proponía Carlos mientras introducía la mochila de Curro al maletero de su 4×4.  “Es la montaña de Le Morne Brabant. Sus más de 500 metros de altura, se elevan sobre un océano de color turquesa arropado por una barrera de arrecifes, que se hizo famosa porque fue antiguamente utilizada como refugio por los esclavos huidos del colonialismo. Pues bien, a sus pies se encuentran algunos de los mejores hoteles como el Dinarobin Beachcomber Golf Resort & Spa. Un Hotel, con lujosos bungalós construidos como las cabañas de estilo colonial, junto a playas de arena blanca, bordeadas de cocoteros, con piscinas sin fin, y restaurantes junto al mar, donde se observa la espuma blanca de las olas rompiendo contra la barrera de arrecifes, y con unos fondos marinos de corales con sus peces multicolores.”

Después de disfrutar del hotel arropado por el espectáculo de la naturaleza, los amigos se dirigieron a Dolswim en Riviere Noire, junto a la Bahía Tamarín. Aunque que tuvieron que madrugar, mereció el esfuerzo por vivir la experiencia única de poder bañarse junto a los delfines y de paso ver al lado de la isla de Benitiers, un pequeño islote de coral que parece flotar sobre las aguas turquesas, llamado “roca del diamante”, que es todo un espectáculo.

Después de nadar y disfrutar con los delfines Carlos le propuso a Curro ver otros animales no marinos, en el Parque del Mundo de Aventuras de Casela “pero eso si” bromeó “no será posible ver ningún Dodó, un ave a la que se le atrapaba fácilmente por no poder volar, y que desapareció durante la colonia holandesa en la isla. Actualmente es tal el poder de seducción de Dodó que se ha convertido en emblema nacional, hasta el punto de que está representado en el escudo del país, siendo también uno de los protagonistas de “Alicia en el País de las Maravillas”.

GRAND BASSIN, EL LAGO SAGRADO DE LOS HINDÚS.

Al día siguiente se dirigieron a Chamarel, para ver una preciosa cascada de más de 80 metros, y a continuación hicieron una parada en las Tierras Coloreadas, unas dunas que combinan varios colores, creando un espectacular paisaje. Pero el punto fuerte de la primera visita de Curro a esta zona fue el Grand Bassin, un lago que ocupa el cráter de un volcán extinto. Llamado Ganga Talao por los hindúes, es el lago sagrado de esta comunidad en Mauricio. Presidiendo el lago se encuentran dos esculturas gigantescas que representan al dios Shiva y a su esposa la diosa Durga Maa Bhavani.

Después de hacer las últimas compras en la capital del país, Port Louis, con regateo incluido, Carlos propuso a Curro acercarse a “Cap Malheureux”, el cabo de la Desgracia, donde una atractiva iglesia católica con tejado rojo imprime un bonito contraste con las aguas azules del mar. ahí, a la luz de la luna Carlos y Curro repasaron las fotos con las que Curro había intentado retratar todas las bellezas de esta isla multicultural y compartieron hasta bien entrada la noche historias y recuerdos de otras viajes y otros compañeros.

“¿Qué fue de Manolo?” preguntó Carlos, entre risas, después de recordar el viaje que hicieron los tres amigos juntos hace años. “Pues no debe andar muy lejos” dijo Curro, “viaja mucho a esta zona, mañana le llamo”.

 

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