Zanzíbar, isla africana con olor a especias.

 

 

Curro decidió emprender su particular vuelta al mundo. Animado por el deseo de conocer nuevos horizontes, respondió a la invitación de su amiga Maria y cogió un vuelo de ida desde Madrid con destino Zanzíbar, la isla de las especias.

Esta pequeña isla ubicada en el océano Índico a tan solo 25 km de la costa de Tanzania reúne un pasado fascinante de mercaderes, exploradores, sultanes y traficantes de esclavos. Marco Polo, Julio Verne, Joseph Kessel ya estaban fascinados por este pequeño archipiélago del Océano Índico donde transitaban especias y marfil. La isla es el resultado embriagador del paso de muchas etnias que hicieron de Zanzíbar una mezcla incomparable de culturas. En su historia hay huellas profundas del colonialismo portugués, árabe e inglés ya que fue solo en 1963 cuando consiguió su independencia. 

Muchas veces este diminuto archipiélago es motivo de una extensión de un viaje a Kenia o es segundo protagonista de un viaje combinado. Pero créeme, Tanzania bien se merece un viaje por si sola. Ofrece todo lo que se puede buscar en África y más… “ le comentó María al llegar.

La amalgama de sus raíces africanas, árabes e hindúes y sus eternas playas hacen que esta isla tenga una personalidad única en el mundo. Durante los siguientes días María y Curro disfrutaron de sus paisajes, exploraron Stone Town, y fueron de playa en playa, entre pueblecitos de pescadores. 

A Curro le pareció que en Zanzíbar todo olía a clavo y cardamomo, a canela y vainilla, a jengibre y nuez moscada, de pronto entendió porqué se la conocía como “la isla de las especias”. Adentrarse por sus desordenadas plantaciones, visitar las granjas, pasear por sus campos con olores exóticos y colores extravagantes le permitió un acercamiento auténtico e inusual a la isla.

Visitar la ciudad de piedra Stone Town y su casco antiguo catalogado como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO también fue un momento álgido de la estancia de Curro en la isla. Aquí tuvo la oportunidad de perderse por sus callejones topándose con sus templos indios y sus casas antiguas con puertas de madera labrada. Las 270 puertas de madera tallada de Zanzíbar, que son sin duda un orgullo nacional, le dejaron maravillado. Recorrió la Ciudad de Piedra intentando buscar las más espectaculares para poder fotografiarlas. Tampoco le dejaron indiferente sus ajetreados bazares al más puro estilo africano, con sus puestos de especias, verduras, frutas, carnes y pescados que formaban un curioso entramado de colores y olores.

Nada estaba lejos en esta isla que mide casi treinta kilómetros de este a oeste y alrededor de ochenta de norte a sur. Por eso a María y Curro les fue fácil abandonar la capital para acercarse a la costa de Zanzíbar protegida por una magnífica barrera de coral.  Zanzíbar es conocida como uno de los paraísos del buceo mundial por eso se animaron a sumergirse en sus aguas cristalinas. No se arrepintieron, guardarían para siempre en su recuerdo sus arrecifes de corales llenos de vida donde se mezclaban peces tropicales, delfines y tortugas. 

Desde cualquier punto de la costa de Zanzíbar se podía disfrutar de unas espectaculares puestas de sol, ver el sol descender lentamente, el cielo teñirse de vivos tonos rojizos y apreciar cómo se detiene el tiempo para ver pasar las pequeñas embarcaciones de madera.

Mientras Curro contemplaba este regalo de la naturaleza, mirando al inmenso horizonte del índico, sintió que sonaba su móvil en su mochila …

 

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