Descubriendo Brasil: una aventura en São Paulo y Río de Janeiro.

Descubriendo Brasil: una aventura en São Paulo y Río de Janeiro.

Viajar a Brasil es una experiencia que despierta todos los sentidos. En mi viaje, tuve la oportunidad de explorar dos de las ciudades más icónicas del país: São Paulo y Río de Janeiro.

São Paulo y Campinas

Mi primera parada fue São Paulo, donde pasé una semana en Campinas, una ciudad ubicada a unos 100 km al noroeste de la capital. Campinas es conocida por su ambiente universitario, siendo sede de la prestigiosa Universidad Estatal de Campinas (UNICAMP), y por sus parques y áreas verdes como el Parque Taquaral.

Durante mi estancia, disfruté de la vida universitaria, probé el típico strogonoff brasileño y visité fruterías locales que ofrecían frutas exóticas a precios muy asequibles, como el cupuaçu, la jabuticaba y el cajú.

Uno de los momentos más destacados fue asistir a una misa cantada en la iglesia de la comunidad Cristo Redentor. La iglesia, sencilla y afectada por un incendio reciente, estaba en proceso de reparación con la ayuda de los feligreses. Al finalizar, compartimos bizcochos, açaí y café, lo que hizo de esta experiencia algo verdaderamente local y auténtico.

 

Durante nuestra estancia en Campinas, decidimos visitar la ciudad de São Paulo, la mayor metrópoli de Brasil y un centro económico y cultural de Latinoamérica. Quedamos impresionados con la Avenida Paulista, famosa por sus imponentes rascacielos y su atmósfera cosmopolita.

También exploramos el barrio japonés de Liberdade, un rincón único que refleja la diversidad cultural de la ciudad, y el famoso Mercado Municipal, un lugar ideal para descubrir la gastronomía local.

Sin embargo, mi experiencia en el mercado tuvo un momento menos agradable. En uno de los puestos de frutas exóticas, me ofrecieron probar varias muestras y, aunque insistí en que no quería más, continuaron ofreciéndome. Esto resultó en una situación incómoda, ya que me sentí obligado a comprar algo. Quiero recalcar que esta situación fue aislada y no refleja mi experiencia general en Brasil, un país que nos recibió con gran hospitalidad.

El encanto de Río de Janeiro

Tras 7 días en São Paulo y Campinas, llegó el momento más esperado: conocer Río de Janeiro, una ciudad que une historia, naturaleza y cultura en un escenario único. Nos alojamos en Ipanema, una de las zonas más seguras y encantadoras, conocida por su sofisticación. Pasear por sus calles, con sus edificios modernos y los colores de las fachadas, es una experiencia en sí misma. Las icónicas playas de Ipanema y Copacabana, combinadas con el placer de beber un coco fresco o una caipirinha mientras contemplas el atardecer en Arpoador, crean una postal perfecta que captura la esencia de la vida carioca.

El segundo día exploramos el centro histórico de Río en un free tour, donde descubrimos el alma de la ciudad. Las Escaleras de Selarón, con sus colores y azulejos de todo el mundo, son un homenaje al mestizaje cultural que caracteriza a Brasil.

Cerca de allí, las calles coloniales del centro, con edificios de arquitectura barroca y neoclásica, nos llevaron atrás en el tiempo, a la época en que Río era la capital del imperio portugués en América. También visitamos el bullicioso mercado de Uruguaiana, donde los olores de especias y frutas exóticas llenaban el aire. Aunque el centro tiene una energía diferente y requiere algo más de precaución.

El tercer día, la lluvia no nos detuvo y aprovechamos para dar clases de samba, un baile lleno de historia y emoción, que refleja el espíritu festivo de Río. Aunque descubrí que el baile no es lo mío, reírnos y compartir ese momento fue una experiencia memorable.

Por la noche, cuando el clima se calmó, nos aventuramos nuevamente al centro, esta vez para visitar un boteco, un bar tradicional carioca. El ambiente era auténtico: gente de todas las edades socializando al ritmo de una rueda de samba en directo. El sonido de los instrumentos de percusión, los aplausos y la fiesta llenaban el lugar, creando una atmósfera que refleja el calor humano de Brasil.

La emocionante experiencia en la favela Rocinha

Uno de los momentos más impactantes del viaje fue la visita a la favela de Rocinha, la segunda más grande de Latinoamérica. Allí descubrimos un lado distinto de la ciudad, lleno de vida, cultura y resiliencia. Rocinha es un lugar donde la música y el arte callejero reflejan el espíritu de su gente. A pesar de los desafíos, la comunidad ha creado iniciativas educativas y artísticas que buscan mejorar su calidad de vida. Fue una experiencia enriquecedora que nos mostró el verdadero corazón de Río y su gente.

Las joyas de Río: Pão de Açúcar y el Cristo Redentor

Después del asombro en la favela, seguimos explorando Río de Janeiro con dos paradas obligatorias: el Pão de Açúcar y el Cristo Redentor. Las vistas desde el Pão de Açúcar son, sin duda, las más impresionantes que he visto en mi vida. Lamentablemente, cuando visitamos el Cristo, el día estaba nublado y apenas pudimos verlo. Sin embargo, está situado en el Parque Nacional de Tijuca, lo que por sí solo hace que la visita valga la pena. Aconsejo mirar el tiempo con antelación y reservar en el mismo día.

 

Conclusión: un viaje de contrastes y descubrimientos

Mi viaje a Brasil fue una aventura llena de contrastes, desde la modernidad de São Paulo hasta la belleza natural y los desafíos sociales de Río de Janeiro. Cada experiencia, ya fuera positiva o desafiante, dejó una huella profunda, mostrándome la diversidad y complejidad de este país fascinante. Brasil no solo sorprende por sus paisajes y su cultura, sino también por su gente, siempre dispuesta a compartir su historia y tradiciones con una sonrisa.

A pesar de todo lo que vimos, Brasil es un país tan vasto y diverso que aún quedan muchos rincones por explorar. Me hubiera encantado visitar las cataratas de Iguazú, perderme en el colorido carnaval de Salvador de Bahía o descubrir la selva amazónica, una de las maravillas naturales del mundo. Sin duda, es un destino que merece ser explorado una y otra vez, y ya estoy soñando con volver para seguir descubriendo más.

Viajar a Brasil es una experiencia que despierta todos los sentidos. En mi viaje, tuve la oportunidad de explorar dos de las ciudades más icónicas del país: São Paulo y Río de Janeiro.

São Paulo y Campinas

Mi primera parada fue São Paulo, donde pasé una semana en Campinas, una ciudad ubicada a unos 100 km al noroeste de la capital. Campinas es conocida por su ambiente universitario, siendo sede de la prestigiosa Universidad Estatal de Campinas (UNICAMP), y por sus parques y áreas verdes como el Parque Taquaral.

Durante mi estancia, disfruté de la vida universitaria, probé el típico strogonoff brasileño y visité fruterías locales que ofrecían frutas exóticas a precios muy asequibles, como el cupuaçu, la jabuticaba y el cajú.

Uno de los momentos más destacados fue asistir a una misa cantada en la iglesia de la comunidad Cristo Redentor. La iglesia, sencilla y afectada por un incendio reciente, estaba en proceso de reparación con la ayuda de los feligreses. Al finalizar, compartimos bizcochos, açaí y café, lo que hizo de esta experiencia algo verdaderamente local y auténtico.

 

Durante nuestra estancia en Campinas, decidimos visitar la ciudad de São Paulo, la mayor metrópoli de Brasil y un centro económico y cultural de Latinoamérica. Quedamos impresionados con la Avenida Paulista, famosa por sus imponentes rascacielos y su atmósfera cosmopolita.

También exploramos el barrio japonés de Liberdade, un rincón único que refleja la diversidad cultural de la ciudad, y el famoso Mercado Municipal, un lugar ideal para descubrir la gastronomía local.

Sin embargo, mi experiencia en el mercado tuvo un momento menos agradable. En uno de los puestos de frutas exóticas, me ofrecieron probar varias muestras y, aunque insistí en que no quería más, continuaron ofreciéndome. Esto resultó en una situación incómoda, ya que me sentí obligado a comprar algo. Quiero recalcar que esta situación fue aislada y no refleja mi experiencia general en Brasil, un país que nos recibió con gran hospitalidad.

El encanto de Río de Janeiro

Tras 7 días en São Paulo y Campinas, llegó el momento más esperado: conocer Río de Janeiro, una ciudad que une historia, naturaleza y cultura en un escenario único. Nos alojamos en Ipanema, una de las zonas más seguras y encantadoras, conocida por su sofisticación. Pasear por sus calles, con sus edificios modernos y los colores de las fachadas, es una experiencia en sí misma. Las icónicas playas de Ipanema y Copacabana, combinadas con el placer de beber un coco fresco o una caipirinha mientras contemplas el atardecer en Arpoador, crean una postal perfecta que captura la esencia de la vida carioca.

El segundo día exploramos el centro histórico de Río en un free tour, donde descubrimos el alma de la ciudad. Las Escaleras de Selarón, con sus colores y azulejos de todo el mundo, son un homenaje al mestizaje cultural que caracteriza a Brasil.

Cerca de allí, las calles coloniales del centro, con edificios de arquitectura barroca y neoclásica, nos llevaron atrás en el tiempo, a la época en que Río era la capital del imperio portugués en América. También visitamos el bullicioso mercado de Uruguaiana, donde los olores de especias y frutas exóticas llenaban el aire. Aunque el centro tiene una energía diferente y requiere algo más de precaución.

El tercer día, la lluvia no nos detuvo y aprovechamos para dar clases de samba, un baile lleno de historia y emoción, que refleja el espíritu festivo de Río. Aunque descubrí que el baile no es lo mío, reírnos y compartir ese momento fue una experiencia memorable.

Por la noche, cuando el clima se calmó, nos aventuramos nuevamente al centro, esta vez para visitar un boteco, un bar tradicional carioca. El ambiente era auténtico: gente de todas las edades socializando al ritmo de una rueda de samba en directo. El sonido de los instrumentos de percusión, los aplausos y la fiesta llenaban el lugar, creando una atmósfera que refleja el calor humano de Brasil.

La emocionante experiencia en la favela Rocinha

Uno de los momentos más impactantes del viaje fue la visita a la favela de Rocinha, la segunda más grande de Latinoamérica. Allí descubrimos un lado distinto de la ciudad, lleno de vida, cultura y resiliencia. Rocinha es un lugar donde la música y el arte callejero reflejan el espíritu de su gente. A pesar de los desafíos, la comunidad ha creado iniciativas educativas y artísticas que buscan mejorar su calidad de vida. Fue una experiencia enriquecedora que nos mostró el verdadero corazón de Río y su gente.

Las joyas de Río: Pão de Açúcar y el Cristo Redentor

Después del asombro en la favela, seguimos explorando Río de Janeiro con dos paradas obligatorias: el Pão de Açúcar y el Cristo Redentor. Las vistas desde el Pão de Açúcar son, sin duda, las más impresionantes que he visto en mi vida. Lamentablemente, cuando visitamos el Cristo, el día estaba nublado y apenas pudimos verlo. Sin embargo, está situado en el Parque Nacional de Tijuca, lo que por sí solo hace que la visita valga la pena. Aconsejo mirar el tiempo con antelación y reservar en el mismo día.

 

Conclusión: un viaje de contrastes y descubrimientos

Mi viaje a Brasil fue una aventura llena de contrastes, desde la modernidad de São Paulo hasta la belleza natural y los desafíos sociales de Río de Janeiro. Cada experiencia, ya fuera positiva o desafiante, dejó una huella profunda, mostrándome la diversidad y complejidad de este país fascinante. Brasil no solo sorprende por sus paisajes y su cultura, sino también por su gente, siempre dispuesta a compartir su historia y tradiciones con una sonrisa.

A pesar de todo lo que vimos, Brasil es un país tan vasto y diverso que aún quedan muchos rincones por explorar. Me hubiera encantado visitar las cataratas de Iguazú, perderme en el colorido carnaval de Salvador de Bahía o descubrir la selva amazónica, una de las maravillas naturales del mundo. Sin duda, es un destino que merece ser explorado una y otra vez, y ya estoy soñando con volver para seguir descubriendo más.

Rodrigo Patiño

Digital Marketing Manager

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