Ibiza sobre dos ruedas
Ibiza sobre dos ruedas
Tras unos meses de incertidumbre encerrada en Madrid, mi cuerpo pedía naturaleza, playa y desconexión. Por eso elegí Ibiza como primer destino para disfrutar de todo lo que ofrece la isla pitiusa.
Ibiza es mundialmente conocida como la isla de la fiesta y la música electrónica. Pero también como la cuna de los hippies, a día de hoy casi desaparecidos de la isla. Ibiza se puede disfrutar de mil y una manera. Anteriormente había estado visitando la isla en coche, pero para esta ocasión decidí hacerlo sobre dos ruedas. Las opción más práctica para moverse entre cala y cala. En la isla el máximo de velocidad está fijado en 90 km/h por lo que hace más fácil y seguro ir en moto. Además, no hay problemas de aparcamiento y te ahorras la mayoría de las zonas de pago que generalmente son para coches.
Mis calas preferidas de Ibiza son Cala Salada y Cala Saladeta. Ambas están unidas con una pequeña montaña rocosa. Los colores del agua de esta zona son espectaculares, al igual que en toda la isla. El degradado del mar ofrece una gama cromática que va desde los azules más oscuros hasta los más claros. Todo esto se debe gracias a la posidonia oceánica, una especie de planta acuática que se encuentra en las aguas de Mar Mediterráneo. Su función es preservar los ecosistemas mediterráneos, de esta manera la posidonia contribuye a la oxigenación del agua.
Otra de las calas que siempre visito es Cala Bassa. Tiene una playa tranquila en la que se puede hacer snorkel y contemplar la fauna marina sin necesidad de irse hasta las profundidades del Mediterráneo. También Cala Benirràs, muy conocida por su fiesta de tambores que se hace todos los domingos de verano al atardecer. Tal vez esta zona es en la que más pude sentir el feeling hippie de Ibiza.
Durante este viaje descubrí una cala que es de difícil acceso, incluso si vas en coche. Se trata de Cala Aubarca, a pocos kilómetros del pueblo de Sant Mateu, en el norte de la isla. Para llegar hasta ella primero tuve que pasar por un camino que no está asfaltado y tras un kilómetro llegué a una explanada. A partir de ahí se empieza el recorrido hasta la cala a pie. Durante el camino, que va haciendo zigzag sobre la montaña, pude contemplar unas vistas maravillosas. También encontré un arco de piedra por el que pasaba la brisa marina y se veía el mar. Para llegar hasta Cala Aubarca hay que ser muy mañoso, ya que tuve que escalar entre las grandes rocas de la falda de la montaña. No todo el camino está adaptado para que pasen viandantes. Pero valió la pena esta pequeña aventura para disfrutar de un paraje poco transitado y de su naturaleza.
Aunque las zonas costeras de Ibiza son los puntos turísticos más conocidos. Hay ciertos pueblos del interior de la isla que son una auténtica belleza. Un ejemplo es Santa Gertrudis de Fruitera, precioso pueblo cuyas casitas pintadas en blanco son muy reconocibles.
Una parte interesante de la isla es la decoración de las casas, restaurantes o tiendas. A las afueras de este pueblo se encuentra Sluiz, una tienda conceptual enorme. Aquí puedes encontrar todo tipo de decoración y hasta un bar en su interior con un toque kitsch. Recomiendo visitarlo, aunque sea por mera curiosidad porque el sitio no deja indiferente a nadie.
Otro pueblo, en el que hice un breve pit stop fue Sant Carles. Aquí se encuentra Ca n’Anetta o Bar Anita, anteriormente era la oficina de correos del pueblo. En este sitio probé el all i oli y las aceitunas rotas, tapas tradicionales de Ibiza. No muy lejos de allí, aproveché para visitar el famoso Mercado de las Dalias. Conocido por su gran número de puestos hippies que ofrecen todo tipo de artesanías y souvenirs.
En este viaje pasé de prisa por la zona que menos me gusta de Ibiza, Playa d’en Bossa. Esta zona guarda la parte de fiesta y música electrónica de la isla. En esta ocasión parecía un pueblo fantasma, ya que discotecas y hoteles están cerrados por la pandemia. No muy lejos de allí visité el Parque Natural de Ses Salines. Es una zona protegida que cuenta con 16.000 hectáreas de las cuales 13.000 son marinas. La sal de Ibiza es mundialmente conocida y una de las industrias más importantes de la isla.
En este viaje no puedo olvidarme de mencionar a la capital, Ibiza. Visitarla durante esta pandemia ha sido muy diferente que en otras veces. Me encontré con una ciudad tranquila, sin apenas turistas y con la suerte de disfrutar de sus calles sin montones de gente.
Ibiza es todo un icono en si misma, pero las partes que más me gustan son el Dalt Vila, la zona del puerto y el paseo de Vara del Rey. El Dalt Vila por sus calles empedradas y sus miradores desde los que se puede apreciar unas vistas espectaculares. Incluso si el día está muy despejado se puede ver a lo lejos Formentera.
La zona del puerto es muy entretenida ya que siempre hay mucho tráfico de barcos, a cada cuál más curioso. Y el paseo de Vara del Rey por las tiendas de diseñadores ibicencos.
Aunque este fue mi tercer viaje a la isla de Ibiza, cada vez que voy descubro nuevas cosas y nunca me deja indiferente.
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